Me parece haber visto un lindo gatito...
Desde que conocimos a Ang Lee con "El banquete de bodas" que fuera nominada al Oscar a la mejor pelicula extranjera de ese año, hemos dado con un director singular, que se destacó rápidamente dentro del cine oriental y fue recibido en Hollywood con los brazos abiertos y fundamentalmente comenzó a tejer su carrera con un sello y un estilo propio.
Aparecen en su cine, dos elementos fundamentales:
- un exacerbado cuidado por la estética, un director que está meticulosamente pendiente de cada uno de los detalles que ayuden a crear una atmósfera particular en cada una de sus películas, un universo diferente para cada una de ellas, una especie de microclima en donde sumerge a sus personajes
- sus protagonistas presentan una constante: se encuentran en un punto de inflexión en sus vidas donde sienten que no tienen un lugar en ese mundo, quieren romper con las hipocresías del entorno aún con su necesidad de ser incluidos o comprendidos.
Sin duda, ya conocemos su plasticidad, tiene la capacidad de mostrarnos con el mismo rigor el mundo de dos familias disfuncionales de los suburbios de Connecticut en los años '70 en "La Tormenta de Hielo"; adaptar una novela de época de Jane Austen en "Sensatez y sentimientos" donde pone la lupa en las relaciones amorosas y los matrimonios con dotes para salir de la vida austera; rendir culto a las tradiciones, los valores, los rituales y los diferentes estilos de vida a través de las tres hermanas protagonistas de "Comer, beber, amar".
Puede tanto incursionar en el universo del comic con "Hulk" con la misma pasión con la que rinde homenaje a las artes marciales y los guerreros en "El tigre y el dragón" o pinta una perfecta acuarela de los tres días de paz y música del festival más nombrado en el mundo con la altamente recomendable "Taking Woodstock" -que no pudimos ver en el cine Comentario aquí -.
Ahora es el turno de adaptar la famosa novela "La vida de Pi" de Yann Martel al lenguaje cinematográfico, título que fue extrañamente traducido como "Una aventura Extraordinaria", caprichos que jamás llegaremos a entender.
La historia arranca cuando Pi Patel (Suraj Sharma), un inmigrante de Pondicherry en India que vive en Canadá, tiene una entrevista con un novelista que tiene referencias de una gran historia que merece ser contada en una apasionante novela, la propia historia de Pi.
Es así, como intentando recomponer la aventura de su vida, el relato arranca como un gran flashback que recorrerá absolutamente todo el filme y que periódicamente será interrumpido para volver al presente e ir intercalando algunos fragmentos de esa conversación con el novelista a fin de hacer algunas acotaciones -también es interesante el uso de la voz en off- y seguir acotando y ampliando la historia.
Durante todo el primer tramo, la película aborda la infancia y la adolescencia de Pi y es definitivamente en esta primera parte en donde se presentan los fragmentos con mayor humor y creatividad del guión y que facilitan una mayor fluidez en el relato.
Además, el hecho de que la familia de Pi sea propietaria de un zoológico, favorece a que además este segmento del relato esté lleno de exotismo y que Ang Lee aproveche al máximo la tecnología 3D y la animación digital ya desde el inicio de la historia.
Allí en el zoológico, Pi conocerá a Richard Parker, eje central de la película -un tigre creado con tecnología 3D gracias al notable trabajo de más de 600 artistas digitales y cuenta con más de 10 millones de pelos hechos virtualmente y han contado con cuatro animales de verdad para dar mayor realismo, situación que han logrado aún cuando todo se reducirá más adelante a vincularse en un bote salvavidas muchas veces en constante movimiento-.
Su familia decide mudarse a Canadá, y trasladar los animales que han vendido a Norteamérica. Tras una fuerte tormenta, sólo Pi logra escapar cuando alguien de la tripulación lo arroja a un bote salvavidas. Alli tendrá como compañeros justamente a Richard Parker, una orangután, una cebra y una hiena.
Aquí la historia da un giro importante y comienza a tener ribetes de "Titanic" o "Náufrago" o cualquier otra historia de supervivencia. Pero las distintas viscicitudes de Pi en mar abierto (el encuentro con las ballenas, los distintos desafíos frente al tigre, las filmaciones nocturnas) sorprenden por la belleza con que están fotografiadas.
Un impecable trabajo de Claudio Miranda en ese rubro que es realmente notable, lujoso, admirable, para volver a sorprenderse como un chico en cualquiera de las situaciones que propone la película.
Quizás cuando el relato gana en esplendor visual, en imágenes increíblemente bellas -potenciadas más aún por efecto de la tecnología y aprovechando el 3D en su máxima expresión- es cuando el guión comienza a lentificarse y hasta puede tornarse algo reiterativo.
Y si bien Ang Lee jamás pierde el pulso de la narración, tiene que quizás compensar con un despliegue visual -y no sólo visual porque hay detalles en los efectos de sonidos que nos zambullen aún más dentro de la historia- una historia cuyo interés comienza a diluirse.
Quizás no valga la pena seguir adelantando mayores detalles argumentalmente para dejar que la historia transporte a cada uno dentro de las pequeñas sorpresas que están reservadas en cada tramo del film.
Sólo queda mencionar que si bien en un inicio el personaje central responde a los cánones prototípicos de los protagonistas de Ang Lee, la manera en que fue adaptada la novela no tiene la fuerza de otros trabajos del director.
Incluso en el último tramo se resuelve de una forma forzadamente instalada en la fábula, con ciertos pasajes que suenan demasiado didácticos -sobre todo en los fragmentos sobre la fe y las creencias- y donde se muestra más preocupado por subrayar una buena moraleja que por darle un cierre con la altura que planteaba la historia en un inicio.
Pasadas las dos horas de "Una aventura Extraordinaria" queda un deslumbramiento por la belleza de las imágenes, por haber estado transportado con la misma delicadeza al fondo del mar, a un zoológioc hindú o a una isla con plantas carnívoras pero se instala un raro sabor.
El de un lujosísimo envoltorio para una historia que no tiene la misma fuerza ni despierta el mismo interés que ese despliegue visual completamente superlativo con el que nos impacta este nuevo cuento de un director notable.