El tigre y Pi
Ang Lee vuelve a la gran pantalla con Una Aventura Extraordinaria para contarnos la historia de Pi, un muchacho hindú que luego del hundimiento del barco que lo transportaba a él y a su familia a los Estados Unidos debe compartir en una pequeña embarcación la estadía con un tigre de bengala llamado Richard Parker.
Paseando entre el presente y el pasado, Ang Lee cuenta con soltura y experiencia una trama cargada de enseñanzas, corrección política y alegorías religiosas que en algunos pasajes se torna algo solemne y grandilocuente, aunque en la mayoría de su metraje quedaremos rendidos ante su potencia visual y la pasión con la que es narrada esta travesía. Es que Lee no cuenta Una Aventura Extraordinaria desde lo discursivo y banal como tratando de imponer algo real, sino que decide trasladar, "exagerar" y potenciar este best seller de David Magee con una pirotecnia visual deslumbrante. Dentro de este apartado hay que destacar de sobremanera la gran explotación del 3D que tiene la cinta, donde encontraremos secuencias que pagan con creces el valor de la entrada para ese formato. Hay momentos donde la poesía se hace imagen (frase hecha si las hay, pero aquí es de a de veras) para apoderarse de todos nuestros sentidos logrando el ambiente necesario para generar ese gran tour-de-force realizado por su protagonista principal, Suraj Sharma.
Lo interesante y valorable de Una Aventura Extraordinaria es que Lee no deja solo a Sharma con su interpretación, sino que lo contiene y acompaña desde la puesta en escena para que lo rescatable de la cinta no sea solamente la interpretación del joven actor nacido en la India. Sin dudas esto lo diferencia de la realización que hubiesen hecho otros directores a los que sólo les interesa bajar discursos y actuaciones dignas de todos los Oscars del mundo.
Si bien la mencionada puesta en escena y los constantes flashbacks dan fluidez y respiro a la narración, hay que aclarar que la película tiene momentos donde el desarrollo se estanca y la repetición de experiencias se torna algo pesada dando paso a que los 127 minutos sean un metraje algo excesivo. Incluso el tono aleccionador de la cinta abruma y el subrayado discursivo del final resulta totalmente artificial, como una búsqueda de imponer a la fuerza un mensaje que ya había sido transmitido de una manera efectiva y hasta por momentos metafórica en su desarrollo. Más allá de estas cuestiones, Una Aventura Extraordinaria es una propuesta que consigue que naufraguemos durante más de dos horas en un pequeño bote con un tigre, principalmente gracias a su encandilante potencia visual, a la brillante sensibilidad de su director y a la pasional actuación de su protagonista.