¿Qué tienen en común “Chocolate Remix”, “Ibiza Pareo” “Kobra Kei” Kumbia Queers” “Las Taradas” “Miss Bolivia” “Yilet” “She Devils” o “Las Kellies”? Como reza el título de este documental de Marilina Giménez, con guion propio en colaboración con Lucía Cavallotti, todas ellas son “UNA BANDA DE CHICAS”.
Partiendo de la idea de un registro autobiográfico de su propia experiencia con sus amigas en la banda “Yilet”, Marilina Giménez cambia el bajo la cámara y se coloca detrás de ella para que, a través de sus vivencias con ese grupo del que ha formado parte durante seis años, pueda multiplicar su voz junto a las de sus compañeras Ani Castoldi y Marina La Grasta.
Giménez no solamente intentará ver cuál es el rol de las mujeres dentro de la música sino también analizar, dejándose atravesar por otras variables del contexto que tienen plena vigencia, cómo el cambio de la mujer en la escena actual también ha llegado a este ámbito para plantear y redefinir el rol de las bandas de mujeres en la actual constelación artística.
Así, algo que comienza como una exploración personal, íntima y casi catártica sobre la separación de su propia banda, sirve de perfecto disparador para visitar la historia y la actualidad de otras bandas de chicas, a través de la voz y de la mirada de sus propias protagonistas.
Si bien el retrato intenta apuntar a lo estrictamente musical, la dificultad de insertarse en el medio, la posibilidad de ganarse un respeto en un mundo que pareciera estar diseñado solamente para hombres y que pudieran incluso superarse algunas experiencias traumáticas respecto al poder que sigue ejerciendo un patriarcado musical, son ejes del documental.
Así es como tomaremos contacto con cada una de las protagonistas y poco a poco también conoceremos algunos de sus espacios más privados, más personales, que comienzan a abrirse inevitablemente, frente a la cámara inquieta de Giménez.
Quizás el acierto resida en que la directora no explora este mundo desde una mirada “outsider” que intenta entender este universo mirándolo desde afuera como una rara avis objeto de estudio, sino que lo conoce desde una pertenencia que marca fuertemente la posibilidad de meterse de lleno no solo en las bandas sino en las historias personales y que todo resuene armónicamente y en el mismo sentido.
De esta forma, mezcladas con las anécdotas de sus historias referentes a la música, encontraremos que las mujeres que conforman estas bandas también hablarán acerca de sus deseos de maternidad y la realización de sus proyectos –sin duda la historia más llamativa, contada con dulzura y con una absoluta apertura frente a la cámara, es la de Pilar Arrese-, sus vidas de pareja, sus vivencias respecto del matrimonio igualitario, su lucha por la inclusión y la identidad, su militancia por el aborto legal seguro y gratuito, y su postura inquebrantable en defensa de los derechos de la mujer en todos los espacios de su propio cotidiano.
Si bien Giménez intenta acertadamente sumergirnos en un mundo muy poco conocido por la mayoría de los espectadores –a menos que sean fans de alguna de las bandas presentadas-, el documental se construye como un caleidoscopio de diferentes grupos musicales presentando una cierta dispersión de la narración cuando intenta abordar los temas secundarios, que si bien aportan una mirada abarcadora de mundo personal de las protagonistas, hacen perder el foco y objetivo del documental.
Giménez intenta que “UNA BANDA DE CHICAS” sea, al mismo tiempo, un registro que haga conocer y visibilizar el espacio que estas bandas han ganado en el mercado musical y en la noche porteña, como también una forma de dejar asentados los trabajos que realiza porque, en su propio juicio, no existen grabaciones en buena calidad de los shows que estas bandas realizan semana tras semana.
Así como pareciera existir un molde predeterminado para el rol de la mujer dentro de la familia, del mercado laboral o de la cotidianeidad de la pareja, también pareciera que había un espacio particularmente reservado para las mujeres dentro de la música.
Uno de los principales logros de este documental, es mostrar el lugar que han comenzado a ocupar, completamente alejado de los estereotipos de las voces melódicas o folclóricas que son las generalmente aceptadas por el público, sino que se fue ocupando y ganando un espacio de mayor poder, voces con mayor potencia y con las canciones que resonasen con las cosas que estas bandas de mujeres querían contar (muy jugosa la anécdota de Miss Bolivia a partir de un fragmento de un reportaje en el programa de Mirtha Legrand).
El recorrido de “UNA BANDA DE CHICAS” en los festivales internacionales ha tenido una importante repercusión y ha formado parte del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata 2018, participando también en Rotterdam, San Francisco, el Festival GAZE LGTB en Irlanda, el Festival de cine Latinoamericano en Estocolmo (Suecia) o en Finlandia y ha sido mostrado en Hungría, Suiza, Croacia o Escocia.
Quizás la fuerza del testimonio que Giménez pone en cámara, compense en cierto modo un trabajo documental que no logra despegarse de un collage muy bien entramado entre las bandas y una eje narrativo disperso, pero que de todos modos avanza valientemente sobre ciertos espacios que no habían sido anteriormente explorados por el documental dentro del cine nacional.