MUJERES DEL ROCK
Marilina Giménez fue integrante de la banda Yilet, una de las mayores representantes del under musical argentino y también un grupo de quiebre que fortaleció el lugar de las mujeres -escaso aún hoy- en la escena del rock argentino. Pero en 2013 dejó el grupo y decidió tomar la cámara para registrar ese movimiento que progresivamente y con fuerza construyó un discurso coherente y de choque. Con el conocimiento que le aporta haber estado en el centro del movimiento, Giménez edifica entonces con Una banda de chicas un documental vibrante que registra la escena musical de grupos integrados por mujeres, le da voz a bandas como Yilet, Chocolate Remix, Las Kellies o Kumbia Queers, y pasea su cámara por un paisaje urbano y nocturnal que es preeminente en el under. Lo que se impone en la película es una fuerte relación entre fondo y forma, porque ese registro cercano y urgente se emparienta con el discurso de varias de estas mujeres, demostrando el poder que radica en los sectores marginados del arte, fundamentales siempre en la renovación de viejas estructuras.
En primera instancia Una banda de chicas hace una suerte de recorrido histórico, a través de testimonios que dan cuenta de cómo la industria cultural invisibiliza a determinados sectores. El mundo del rock argentino, por ejemplo, ha sido siempre patriarcal y machista, en un discurso que se retroalimenta de arriba hacia abajo del escenario. La película de Giménez, por tanto, es un relato casi de guerrilla que no sólo exhibe, sino que además cuestiona. Por eso es que resulta absolutamente lógico el pasaje a la segunda parte del relato, donde la escena musical da paso a los movimientos de mujeres que en el último año militaron fuertemente el derecho al aborto legal, gratuito y seguro, pero también con la proclama anti violencia de género Ni una menos y demás debates relacionados con el feminismo.
Sin embargo, y más allá de entender la urgencia militante que exhibe el documental, es cierto que ese protagonismo que toma la movilización callejera y feminista le quita importancia al tema principal de la película, que era la exhibición y registro de aquellas bandas. Es como si a partir de determinado momento ya no importaran tanto las bandas, su arte, e inconscientemente y desde las buenas intenciones la película las relegara. Una pena, porque en el discurso político de las canciones y en el clima incendiario de aquellos recitales había una vibración que era la que definía mejor a estas artistas fundamentales. Lo otro es importante, claro que sí, la puesta en acción del discurso político también le da forma a cada individuo, pero como película tenemos que decir que la vuelve un poco perecedera.