Redención a la carta
Si el afiche de “Una buena receta” (un afiche muy flojo, por cierto) tuviera impresa la leyenda “basada en un hecho real”, tal vez la nueva película protagonizada por Bradley Cooper tendría un poco más de gancho. Pero así, nacida de la imaginación de un guionista, es sólo otra historia de redención hollywoodense, con todos los estereotipos y lugares comunes posibles. Cuando comienza la película, Adam Jones es un chef estrella que cayó en desgracia. Años atrás había brillado en las cocinas de París, pero ahora está pelando ostras en Nueva Orleans, en una especie de penitencia por un tiempo plagado de drogas y alcohol. Limpio y decidido, con esa pinta de canchero culposo de Cooper, Jones viaja a Londres para recuperar su antigua gloria y conseguir —sobre todo— su tercera estrella en la Guía Michelin, el máximo premio de los cocineros de primera línea. El director John Wells (el mismo del drama coral “Agosto”) se centra en este personaje obsesivo y perfeccionista, que no tolera errores, y lo pasea por las calles de Londres topándose con chefs tan arrogantes como él, otros más bonachones, el dueño de un restaurante que le dará las mil oportunidades y una cocinera de carácter que le para el carro. No falta nadie. La película muestra las cocinas como si se tratara de un programa de “Masterchef”: todos a las corridas y gritando, con platos que vuelan en ataques de furia. Cooper es un gran actor, pero acá se pasa de registro y sobreactúa. Y en el elenco hay varias caras conocidas (Emma Thompson, Uma Thurman, Siena Miller, Daniel Bruhl), que no alcanzan a lucirse. Como toda historia de redención, “Una buena receta” funciona bien en plan de autoayuda, y a uno le dan ganas de salir a cocinar apenas termina la película. Pero ese efecto dura apenas unos minutos.