Nutritiva cual comida rápida
El ascendente Bradley Cooper es un chef en busca de redención en esta poco lograda comedia dramática.
La gastronomía está de moda. Irritantemente de moda. Los chefs ya son parte del star system, ahora existe algo llamado foodies, prendés la radio y hay alguien hablando de comida, prendés la tele y hay alguien cocinando, en los diarios leemos todas las semanas entrevistas a cocineros, sommeliers y demás militantes del rubro. Para todos aquellos que disfrutan de esta situación, son apasionados de MasterChef, y el canal Gourmet, Una buena receta quizá tenga algún atractivo. Los demás no encontrarán ninguna sustancia dentro de esas cacerolas relucientes y esos platos exóticos.
Otra razón para verla es ser fan de Bradley Cooper (que también está de moda). Porque él carga todo el peso de la película sobre los hombros con su Adam Jones, ese chef rockero -aparentemente inspirado en Gordon Ramsay, entre otros- en busca de redención. En un pasado no muy lejano, Jones había alcanzado un alto nivel en la profesión y había sido bendecido con dos estrellas Michelin, pero parece que su leit motiv en aquellos años dorados era sexo, drogas y cocina, y se había excedido en las dos primeras partes de esa santísima trinidad personal (de ahí que el título original sea Burnt, quemado).
La cuestión es que en algún momento tocó fondo, abandonó todas las adicciones y cumplió una penitencia personal. Y ahora está de vuelta, con la intención de conseguir su tercera estrella Michelin, al frente de la cocina del restaurante de un lujoso hotel de Londres. Pero los fantasmas del pasado acechan.
Hay algo rescatable: de entrada, el protagonista está retratado sin concesiones. Respondiendo al mito de que los genios tienen un carácter complicado, este tipo es narcisista, egoísta, déspota, maltratador. En consecuencia, su territorio es una pesadilla para todos los que deben obedecerle, algo más parecido a un cuartel que a una cocina: una pintura bastante realista de algunas de las tantas asperezas de ese oficio hoy idealizado. Pero claro, un protagonista antipático es muy difícil de sostener, y entonces la cuestión se irá endulzando, tal como corresponde a este tipo de recetas.
Como ocurre en literatura con la mayoría de los best sellers, la película es un dispositivo que funciona en cuanto al entretenimiento. John Wells (director de la versión cinematográfica de Agosto, productor ejecutivo de la serie Shameless) y sus guionistas saben qué botones ir apretando para mantener el interés. Pero hay una contradicción insalvable en su esencia: mientras en la pantalla vemos preparaciones gourmet, manjares que la mayoría jamás llegaremos siquiera a olfatear, el contenido de Una buena receta es tan nutritivo como una hamburguesa de McDonald’s.