Con gusto a poco
Otra película gastronómica con los ingredientes ya un poco rancios.
Decididamente, el tema del destino de los chefs y su comida se ha impuesto en el cine. Reflejo de una tendencia de la vida cotidiana, de una nueva forma de consumo, de una nueva concepción de la cocina en el mundo occidental. John Wells, el director de Agosto, suma un nuevo título a una larga lista que en los últimos años ha aumentado significativamente. Desde La gran comilona (Marco Ferreri, 1973) y La fiesta de Babette (Gabriel Axel, 1987), que mostraron el poder de la comida y maravillosos platos en pantalla, el auge por la cocina gourmet llegó acompañado por títulos como Chef, La cocina del presidente, Amor a la carta, entre muchos más. Baste decir que festivales como los de Berlín y San Sebastián tienen una sección dedicada al cine gastronómico…
Los títulos merecen un análisis, proponen un tema, que las distribuidoras a veces no respetan. El chef protagonista de este film no trae una buena receta sino que está burnt, es decir, quemado. El abuso de drogas, alcohol y mujeres le cortó el camino en una carrera ascendente en París, donde trabajaba junto a un gran chef, y había logrado dos estrellas Michelin. El mismo se impuso una penitencia, cumplida la cual llega a Londres en busca de su reivindicación profesional con la simbólica tercera estrella Michelin, máximo galardón para un chef. (También el protagonista de Un viaje de cien metros ansiaba esa codiciada tercera estrella.)
El bonito Bradley Cooper ya es un actor todoterreno. Aquí protagoniza otra historia de superación personal tan cara a Hollywood, con una reivindicación final del trabajo en equipo, que ha formado con colegas de variado origen, interpretados por Omar Sy, Sienna Miller, Riccardo Scamarcio y Daniel Brühl como el sacrificado dueño del restorán. Emma Thompson y Uma Thurman tienen sus apariciones, soslayables. El problema del film es como el título local: constituye una receta armada con ingredientes precocidos, es decir, ya vistos en esa larga lista mencionada. Competencia entre colegas, un chef ególatra, neurótico y tirano, escenas de cocina exigente y frenética e innumerables primeros planos (bien logrados) de platos minimalistas exquisitamente decorados. Todo igualito a los varios canales de TV dedicados al gourmet, con mucho de diseño publicitario. Más el tópico caída/redención, egoísmo/solidaridad. Ni siquiera los ingredientes del subtema romántico llegan a amalgamar. Y eso es todo, no se le cae ninguna idea original, o que no repita los clichés del género.
A mi juicio, Una buena receta no merece su tercera estrella