El director John Wells (The company men, ER, Shameless) y Bradley Cooper se juntaron para traer una comedia ambientada en una cocina de Londres. Cooper interpreta al ambicioso chef Adam Jones, en la búsqueda por su tercera estrella Michelin.
Adam Jones (Cooper) fue un famoso chef, poseedor de dos estrellas Michelin, que tuvo su momento de gloria en París hace unos años. Pero el abuso de drogas y su comportamiento obsesivo le impidieron continuar con su profesión, por lo que se exilió a Nueva Orleans a cumplir su auto-condena: abrir un millón de ostras. Luego de finalizar su castigo, Adam viaja a Londres con la ambición de abrir un nuevo restaurant y conseguir su tercera estrella Michelin.
Para lograrlo, el protagonista tendrá que juntar a antiguos miembros de su equipo en París, como Michel (Omar Sy), Max (Ricardo Scamarcio) y el maître de hotel Tony (Daniel Brühl), y luchar con cualquier daño que él les haya ocasionado en su pasado de adicto, mientras hace chequeos semanales con la doctora Rosshilde (Emma Thompson). También recluta caras nuevas: su futuro aprendiz David (Sam Keeley) y la bella Helene (Sienna Miller), quien no sabe el talento que posee.
Eso, y una serie más de clichés del género “comedia en la cocina”, componen Una buena receta: un ex compañero que resulta ser la competencia de Adam, algún enredo amoroso, muchos planos de comida perfectamente arreglada y tantos otros de platos rotos en escena. Pareciera que desde 1996 con Big Night, dirigida por Campbell Scott y Stanley Tucci, y durante gran parte de los 2000, la oferta “cinematogastronómica” solo ha crecido: Sin reservas (Scott Hicks, 2007), Julie & Julia (Nora Ephron, 2009), Chef (Jon Favreau, 2014), y tantas otras. Y ahí mismo está el problema de Una buena receta: el film parece un rejunte de todas estas, se estanca y no aporta nada nuevo.
En cuanto a los ingredientes de la película, todos los actores están bien, correctos. Cooper como el sufrido Adam que debe luchar con los demonios de su pasado funciona, tal vez un poco abusivo del celeste seductor de sus ojos. Miller, quien encarna a una madre soltera que debe esforzarse el doble por todo, no se muestra nada impresionante, e incluso tiene un personaje que podría haberse aprovechado mejor, pero que cae en los vicios típicos del género.
Una buena receta es eso: buena, y entretiene por un rato. Ni una pizca más de sal, ni una menos de pimienta: no arriesga, no gana, y el resultado final es un plato que ya se probó demasiadas veces.