Poco más de un año después de Chef, llega otra película centrada en el regreso a los orígenes y el reencuentro consigo mismo de un otrora reputado cocinero. En Una buena receta, inexplicable traducción local del mucho más venenoso Burnt original, ese rol recae sobre las espaldas de Adam Jones (Bradley Cooper), quien decidió autoexiliarse en Nueva Orleans y pagar las culpas de su descontrol interno pelando un millón de ostras.
Cumplida la condena, Jones volverá a Europa para recuperar el prestigio consiguiendo su tercera estrella Michelin. El problema es que allí las cosas no quedaron del todo bien con sus ex socios y colegas. La oportunidad llega cuando su ex amigo Tony (el alemán Daniel Brühl) se vea obligado a aceptarlo en las filas de su restaurante.
Dirigida por John Wells, de amplia experiencia en televisión y con la adaptación de Agosto como antecedente más próximo, Una buena receta propondrá los paralelismos habituales de este tipo de films entre la vida y la gastronomía. Lo hace de forma evidente, haciendo de la cocina un escenario de disputa entre los personajes, hasta llegar a la esperable redención final. Es el postre de un film difícil de digerir.