REFUGIOS EN LA CIUDAD
Una casa lejos es la segunda película de Mayra Bottero, pero la primera incursión en la ficción tras la dolorosa La lluvia es también no verte (2015), documental indispensable sobre la tragedia de Cromañón. Esta pequeña aclaración no es por añadir datos innecesarios de filmografías, sino para destacar que en su primer trabajo de ficción Bottero demuestra una lucidez estética que sorprende por su sensibilidad y solidez técnica. Una casa lejos es una película sobre la soledad y el desamparo, pero también una elegía que no se queda en el lamento, sino que deja una visión esperanzadora. Por otro lado, hay un trabajo notable del fallecido Carlos Rivkin y de Stella Gallazzi, dando relieve a personajes melancólicos desde cada gesto y mirada.
El film nos pone en el lugar de Graciela (Stella Gallazzi), una maestra al borde de la jubilación que sueña con utilizar sus ahorros para retirarse a una casa rural. Este proceso melancólico, colmado por los recuerdos de alumnos que pasaron por las aulas y rincones del establecimiento, se ve interrumpido por la conflictiva relación con su padre. El foco del conflicto con Rodo (Carlos Rivkin) es el vínculo con una mujer joven, Sabrina (Valeria Correa), que parece convivir ocasionalmente con él. Estas presunciones levantan todo tipo de prejuicios en el edificio donde Rodo vive, además de llevar a Graciela a intervenir de todas las formas posibles para que no se vean. Sin embargo Sabrina, una mujer embarazada que vive desamparada y con una pareja ocasional, resultará en un nexo impensado entre los dos.
El ojo de la directora y el guion nos acerca a los personajes y evita los juicios fáciles sobre sus personajes. La lucha solitaria de una madre soltera que vive al margen del sistema, una mujer en crisis por abandonar su vocación y los espacios que significaron su vida y un hombre en su etapa crepuscular buscando un motivo de vitalidad, son el foco sobre el cual se centra Bottero de forma sensible, dando una resolución emotiva que se ajusta al relato. Es importante decirlo: hay tanto drama con salidas forzadas, ya sea para subrayar un mensaje o ser condescendientes, que un film como Una casa lejos es un soplo de aire fresco.
Bottero hace uso de los planos largos de forma eficiente y acompaña las contradicciones de los personajes en secuencias memorables: merece destacarse el plano inicial enmarcado de Rodo haciendo una cuna, que tiene un diálogo con otros planos como el corte de un árbol de la escuela donde trabaja Graciela, que también aparece enmarcado, contenido. La opresión e incomodidad de los personajes puede palpitarse y este desarrollo visual es importante porque se acopla al drama, al igual que la tensión palpable en los planos largos. La directora maneja el tempo de las secuencias con la misma delicadeza que el guion y es la razón de un desarrollo tan sólido.
Una casa lejos es una propuesta indispensable en estos tiempos de distanciamiento social y soledad, incluso si la película no fue gestada con esa idea en mente. Esa luz al final del túnel para la gente que ha quedado sola puede resultar por momentos un cliché, pero si hablamos de cine se trata de una propuesta tan eficiente como conmovedora que invita a la reflexión.