Isabel Perón entre el cielo y el infierno
Luego del golpe militar del ‘55, Juan Domingo Perón no solo busco cómo sobrevivir sino también cómo seguir conduciendo, desde el exilio, al Movimiento Justicialista. Paraguay y Panamá fueron sus primeros lugares hasta llegar al definitivo, en Madrid, en la famosa residencia de Puerta de Hierro.
En Panamá conoció a la bailarina María Estela Martínez y allí comienza este enigma llamado Isabelita. Ni los propios peronistas se ponen de acuerdo en dónde poner a Isabel: lejos de la mítica Eva y cerca del “brujo” López Rega, pero también siendo la enviada de Perón en los ‘60, en momentos en que Vandor proponía un “peronismo sin Perón”. También sufriendo varios años de encierro durante la última dictadura militar y con la vuelta de la democracia, su retorno desde España para reorganizar al peronismo en pleno gobierno de Alfonsín, para luego cerrar toda participación pública y marchar definitivamente a España.
Julián Troksberg pretende responder al enigma que supone Isabelita y articula Una casa sin cortinas mediante los puntos de vista, técnica que usaron nada más y nada menos que Orson Welles en Citizen Kane y Kurosawa en Rashomon. Salvando las distancias, Troksberg intenta reconstruir ese enigma a través de testimonios de distintos actores políticos que la conocieron y estuvieron cerca de ella.
Troksberg, en sus dos largos anteriores (Furia, las peleas de Carlos Monzón, del 2019, y Simón, hijo del pueblo, del 2013), ha encarado a personajes controversiales, víctimas y también victimarios, con la misma técnica: las entrevistas que construyen un concepto de ese famoso. En el primer caso, el violento y triunfal campeón del mundo de boxeo, y en el segundo, otro que usó la violencia como justicia social, el anarquista Simón Radowitzky. La pasión por las figuras controversiales no intentan un balance fácil sino poner todos los lados de este prisma que podríamos llamar PERSONA porque ninguna vida es lineal. Asimismo, ninguna película, por documentada que sea, puede abarcar y definir a ninguna persona, pero sí sirve para fijar coordenadas por medio de toda la información disponible para que cada espectador/a saque sus propias conclusiones.
Isabel, ángel y/o demonio, víctima y/o victimario, sin duda ha quedado en la historia de los argentinos/as que tuvo protagonismo en nuestra historia, quizás en la historia “B” pero historia igual. Como diría Foucault, también los hombres y las mujeres infames construyen la historia.