Una chica invisible, de Francisco Bendomir, es una comedia negra en la que impera la sensación de no saber para dónde va a ir la historia. Esa tensión entre incertidumbre y sorpresa es el pilar que sostiene el interés en la película pero también conlleva ciertos riesgos de pérdida de foco.
Al principio, el film gira en torno a la forma en la que la tecnología interviene negativamente en la vida de los personajes, sin concentrar la culpa en las herramientas sino en el uso que se les dan. Daniel (Javier de Pietro) pone cámaras en la casa de Andrea (Andrea Carballo) y hackea su computadora, contratado por la expareja de ella, Mauro (Pablo Greco), un hombre celoso y lleno de vanidad lista para Instagram. Al mismo tiempo, un video viral arruina la vida de Andrea, que es actriz, y otro complica la vida de la hija del hacker, Juana, una curiosa combinación entre Merlina Addams y un personaje de Wes Anderson (interpretada con soltura por Lola Ahumada).
La narración despega luego en varias direcciones, algunas más interesantes que otras. El humor no siempre da en la tecla en ese juego de equilibrio tan difícil que es el tono de una comedia negra. Pero el interés no decae por la forma en la que la trama se va tejiendo, el encanto oscuro del personaje de Juana y por decisiones originales como la inclusión de un animé en medio del film, que introduce otra línea narrativa más extraña y atractiva que los enredos iniciales.