Un hacker que no sabe cómo ser el padre de una centennial demasiado despierta, aprovecha la excusa de un trabajo para invadir la privacidad de una actriz que no puede controlar sus nervios, con la que lleva años obsesionado.
Daniel (Javier Di Pietro) no parece demasiado entusiasmado cuando el recientemente exnovio de Andrea (Andrea Carballo) pretende contratarlo: quiere acceder a sus redes sociales para confirmar que la separación no fue culpa de él, sino de una infidelidad de ella.
Acepta al descubrir la identidad de la espiada. Quiere meterse en su departamento y acceder a su computadora como le pide Mauro (Pablo Greco), pero también aprovecha para plantar varias cámaras con las que se dedica a espiar la rutina de Andrea.
Una Chica Invisible salida de un manga
La privacidad y la fama viral en tiempos de internet se mezclan en Una Chica Invisible con los conflictos de una paternidad no deseada y de parejas emocionalmente incapacitadas.
Como es de esperarse, la voluntad de tanto abarcar dispara algunas buenas ideas dejando a medio armar la mayoría de lo que intenta.
Una Chica Invisible muestra varios de los problemas clásicos de una ópera prima; es un proyecto apasionado que no quiere dejar nada afuera, pero probablemente le hubiera beneficiado dar un paso hacia atrás y observar el conjunto con un poco más de distancia para chequear si todos esos detalles estaban combinando tan bien como parecía de cerca.
Hay algunos puntos valiosos en esta propuesta. Por más de que hace agua por el lado del guion más de una vez abusando de coincidencias o metiendo a la fuerza fragmentos de tramas que no van a crecer como merecerían, Una Chica Invisible destaca por una propuesta visual algo publicitaria que coquetea con el fantástico sin romper el verosímil, y por la actuación de la joven Lola Ahumada (Bruja, Resurrección). La hija -y en parte narradora de la historia- por momentos parece ser una adulta atrapada en un cuerpo pre adolescente sin que resulte inverosímil aunque sí un poco inquietante. En el sentido semi psicótico de coprotagonista de Kick-Ass.
El odioso ex que se cree el novio ideal, la actriz físicamente incapaz de ser el centro de atención, o el padre soltero tan atascado en la adolescencia que depende de su hija para la subsistencia hogareña (o para cuestionar cómo se relaciona sentimentalmente), son todos potencialmente centros de una historia interesante.
Pero hasta el filósofo linyera genera más curiosidad de la que va a ser satisfecha antes de que termine la película, porque Una Chica Invisible apenas los toca superficialmente y espera que nos importe lo que les suceda.
Relaciones abusivas, invasión de la privacidad, la cultura de la fama inmediata y el deseo de huir de ella, los roles de cuidado invertidos en una paternidad fallida, son todos temas potencialmente muy interesantes e insinuados a lo largo de Una Chica Invisible que se quedan en el aire sin encarnarse en algo palpable. Todo bien iluminado y con cada personaje estrictamente rodeado por su color de la paleta, pero contando muy poco con eso, porque la sucesión de eventos se apila tan rápido que cuando parece que va a suceder algo, ya pasó a otra cosa.