Una cigüeña en apuros (extraña traducción ya que el título original es Richard the stork) no es una mala película, es una película irregular que además comete el peor pecado de todos: es olvidable.
Esta co-producción entre cinco países (entre ellos Alemania y Estados Unidos) cuenta una historia muy simple. Un gorrión luego de perder a sus padres es adoptado por una cigüeña que no le dice qué es. Cuando ella junto a su familia debe migrar a África, él decide acompañarlos, pero los gorriones no pueden volar tanto. Parece simple la historia pero es un poco extraña, como si hubiera algo doloroso en esto que nosotros sabemos pero el protagonista no. No creo que haya sido la intención de los directores tampoco, porque al final parece reducirse a una excusa para mostrar que hay vida más allá de Pixar o Disney, aunque el resultado sea uno de esos films que sólo si la enganchás un domingo a la tarde lluvioso la ves.
La película tiene un gran trabajo en el diseño de personajes a los que se nota que se cuidó hasta el mínimo detalle, tiene también unos excelentes paisajes y un efectivo 3D con algunas imágenes que son realmente impactantes, sobre todo aquella en la que vemos a tres aves protagonistas volando en un atardecer.
Visualmente está bastante bien, el problema es el guión, que es demasiado simplón, en el que se nota que la mayoría del esfuerzo fue al aspecto visual. Su humor en general o no funciona o simplemente se perdió por tratarse de copias dobladas y por ser de un estilo europeo que acá es inentendible. Esto no quiere decir que a veces no sea graciosa, pues hay esporádicos instantes originales e inspirados; el más conseguido es el continuo gag de las aves conectadas a internet, e incluso uno de los personajes más divertidos, para ser más concreto Kiki, un ave con sueños de estrella de la música disco, que es el único que logra robarse la película. No se puede decir lo mismo del protagonista. Por más que tenga el conflicto principal no nos importa y tampoco está bien resuelto, al final de la historia pareciera que no aprendió nada, que nunca se enteró o hasta ni le interesa saber que es un gorrión, no hay aceptación de quién es. Y eso se refleja en el espectador, porque tampoco le importa a nadie. Una cigüeña en apuros termina siendo una de esas películas cuyos personajes secundarios brillan más y hace preguntarnos si no preferiríamos ver una película de ellos.
Para variar, la historia se alarga en muchas subtramas que no aportan nada y que quitándolas el resultado hubiera sido el mismo. Para cuando llega el clímax uno ya está esperando que se resuelva rápidamente. Y acá viene el principal problema, porque en el desenlace uno se queda pensando por qué tanto lío para encima dejar un cabo suelto que capaz se justifique con alguna secuela, que esperamos sea mucho mejor.