A veces las desgracias no vienen solas y esto lo comprenderá rápidamente Gabriela, una joven e impetuosa mujer dueña de una pinturería que, de pronto, se encuentra con Felisa, una ex compañera de la escuela secundaria que carga con el antecedente de traer consigo la mala suerte y la desgracia. Esta se muestra feliz con el reencuentro, pero Gabriela comienza a experimentar un gran temor cuando "desgracias" de diversa índole comienzan a ocurrirle. Encima, su esposo hará un imprevisto viaje para, según él, cuidar a su tía enferma, aunque ella encuentra sospechosas anotaciones en su agenda.
Sin duda, piensa Gabriela que Felisa tira "malas ondas" mientras que su vida se ve cada vez más complicada. De pronto se le ocurre que su amiga la puede ayudar para enfrentar a sus adversarios y así contagiarle su mala suerte. De esta manera comenzarán una serie de hilarantes situaciones en las que se verán envueltas.
La novel directora Ana Halabe logró mostrar a esos dos personajes envueltos en toda clase de infortunios de los que emanarán graciosas situaciones sostenidas por jugosos diálogos. Sin duda la realizadora se propuso echar una divertida mirada acerca de la amistad entre mujeres que se reencuentran, y a pesar de que por momentos el guión abusa un tanto de los continuos disparates, el film logra su propósito de entretener en torno de sus protagonistas, a las que Julieta Cardinali y Leonora Balcarce supieron otorgar la necesaria simpatía que pedía ese dúo.
Un elenco que acompañó las idas y venidas de las dos amigas -bien vale la buena composición de Rita Cortese y las correctas participaciones de Fernán Mirás y de Nicolás Pauls-, sumado a una impecable fotografía y a una música que otorga el clima ideal a estas peripecias, convierten al relato en una agradable radiografía de una muy accidentada amistad.