El estreno nacional de esta semana no mantiene el muy buen nivel de las películas argentinas que se encuentran en cartel. Parte de una idea original pero rápidamente se cae a pedazos por su obviedad.
El título no tiene sentido. La escena final es ridícula y machista. La moraleja de la película parece una burla a la inteligencia del espectador. La banda de sonido resulta más difícil de tolerar que asistir a una fiesta electrónica sin consumir drogas ni agua mineral. El guión es más previsible que el final de una telenovela de Pol-Ka. Y la conversión abrupta de comedia a drama termina borrando todo lo que la película tenía de comedia. Ante todos esos problemas resulta difícil de creer que “Dos citas, una fiesta y un gato negro” no sea una de esas películas que quedan en el recuerdo por lo malas que son. Lo que sí será imposible de olvidar será la patética y potente música incidental que rompe los oídos(por ser educados) en casi todas las escenas.
Afiche de la película
Afiche de la película
Si la ópera prima de Ana Halabe no quedará en la mente indignada de críticos y espectadores, se debe a algunos buenos pasos de comedia que sacan alguna que otra sonrisa y a un elenco que se comprometió a trabajar muy bien. Gabriela(Julieta Cardinali), quien tiene un local de una franquicia de pinturería a pesar de haber estudiado marketing, recibe la visita de su amiga Felisa(Leonora Balcarce) a quien dejo de ver 15 años atrás porque la consideraba “yeta” o “mufa”. Y cree que la reaparición de su amiga le traerá toda la mala suerte del mundo. Ante esta situación en un guión existen dos caminos posibles: explotar la comedia, lo que tal vez no produzca el suficiente humor como para llenar 90 minutos o darle una lección a la protagonista (y, de paso, al espectador). Lamentablemente se eligió la opción más molesta. Y se sabe, que las lecciones en el cine, ya están un poco demodé.
Julieta Cardinali y Leonora Balcarce salen airosas de sus papeles.
Julieta Cardinali y Leonora Balcarce salen airosas de sus papeles.
Por suerte las apariciones de Roberto Carnaghi como el empresario inescrupuloso que quiere destrozar a la pinturería, de Rita Cortese como amiga de Gabriela, de Anahí Martella como la religiosa fanática del sexo o de Luis María Montanari, interpretando a un gigante, forzudo y buenudo que se decepciona cada vez que no hay una pelea de puños, ayudan a que la película sea digerible al menos en su primera hora de duración. Luego cuando la comedia le da paso al drama todo queda en ridículo. De pronto resulta ser que Gabriela culpaba a los otros por sus problemas y que la “yeta” de su amiga no era para tanto. Lástima que en el medio el guión se olvidó de que durante una hora había demostrado que Felisa era la persona más “mufa” del mundo. Y que por ejemplo todos los compañeros de colegio de las protagonistas se habían muerto o estaban presos por culpa de la yeta del personaje de Leonora Balcarce.
Si usted tiene ganas de ahorrarse una sesión de terapia(o le da fiaca leer un libro de autoayuda) puede mirar esta película y aprender a no echarle la culpa a la gente que lo rodea sino a mirar bien en su interior. Sinceramente no hacían falta 90 minutos para aprender semejante pelotudez. Hubiera sido mejor irnos del cine por lo menos recordando algún gag. Suerte que actúan Rita Cortese y Roberto Carnaghi, dos veteranos capaces de sacarle jugo a la naranja más seca. Si algo tiene de imperdible esta película es su final con el gran Carnaghi realizando el milagro de actuar con decencia una escena injustificable.