La nueva película del realizador de “Un mundo misterioso” y “Reimon” es un retrato observacional de la ciudad entrerriana de Colón a lo largo de un fin de semana. Se exhibe en la Sala Lugones desde el jueves 26 de abril al miércoles 14 de mayo.
En la década de 1920 se hicieron varias películas que se dedicaban a retratar visualmente (generalmente con acompañamiento musical de orquesta en vivo) una ciudad, siendo sin dudas la más conocida de todas ellas, BERLIN, SINFONIA DE UNA CIUDAD, de Walter Ruttman. A su manera, y casi un siglo después, la búsqueda de Moreno es similar, aunque más que de una sinfonía, lo suyo estaría más cerca de un cuarteto de cuerdas o un “unplugged”.
En lo que parece ser un fin de semana, la cámara de Moreno (la fotografía es de Alejo Maglio) recorre la ciudad de Colón, Entre Ríos, retratándola en diversos aspectos sin más eje temático que descubrir la discreta belleza de la vida cotidiana en una ciudad en algún punto equidistante en su dimensión y actividad entre las grandes ciudades y los pequeños pueblos. Este retrato va pasando por distintas zonas y personas: el río, la playa, los bares, los negocios, la vida nocturna, las calles, por momentos utilizando el audio de modo indistinguible, casi de fondo, y por otros –como en el largo recorrido en moto de dos mujeres por la ciudad– poniéndolo en primer plano.
El desafío del filme es encontrar la manera de retratar a una ciudad a la que podríamos definir como normal o común (cada ciudad tiene sus características y Colón cuenta con la fuerte presencia del río y su costado turístico) y convertirlo en materia cinematográfica interesante, rica para la observación, a la manera de un retrato fotográfico en movimiento. Moreno lo consigue, la mayor parte del tiempo, deteniéndose en algunos detalles (el “drugstore” llamado Drastor, las rutinas del boliche nocturno, un peleado partido de rugby, la actividad de los pescadores, los animales que circulan) y recorriendo tanto su arquitectura más destacada como su centro comercial más convencional.
Es compleja la tarea que Moreno se propuso ya que no hay nada más inasible –por más visible que sea– que la “vida común”. Y hacerlo sin usar ningún hilo narrativo –ni personajes a seguir– plantea un desafío aún mayor. Pero el realizador de UN MUNDO MISTERIOSO sale airoso de su autogenerado problema, llevando al espectador a hacer sus propias asociaciones con su historia, con su mirada y hasta con su propia “normalidad”. Una mirada amable, de observador curioso, de viajante que visita un pueblo y nos cuenta con imágenes el lugar en el que pasó un fin de semana.