Observar una ciudad
Tras un inicio como co-director y luego como solista -dos ficciones, un documental de observación- Rodrigo Moreno vuelve a incursionar en este segundo género, esta vez sin el carácter individual de Réimon (2014), donde retrataba a una empleada doméstica. Aquí, por el contrario, el enfoque es colectivo y apunta a los habitantes de la ciudad entrerriana de Colón.
El registro de la cotidianidad, sin guión ni linealidad narrativa, nos provee calidez frente a las apacibles imágenes de las personas y los paisajes. De tal modo presenciamos un día de pesca, una conversación entre dos adolescentes mientras andan en moto, un partido de rugby, una charla de ancianos en un bar e incluso la limpieza de un local bailable al día siguiente.
Como toda ciudad, Colón ofrece un sinfín de peculiaridades cuya aprehensión requiere estar con la cámara en el lugar y el momento indicados. Los espacios se llenan con preciosismo o con crudeza, o con ambos componentes a la vez. Una ciudad de provincia lleva a cabo su indagación de manera relajada, sin necesidad de imponer, forzar o subrayar nada.
El resultado es ambiguo. La simpleza buscada en la propuesta, que apela al naturalismo, da cuenta de un cine menor, pequeño, apenas promiscuo, que no termina de saciar como experiencia cinematográfica.