Queremos tanto a Jeanne Moreau
Hay una buena noticia detrás del estreno de Una dama en París: la validación de que Jeanne Moreau es una actriz inoxidable a sus 85 años. Ella es aquí Frida, una mujer de origen estonio radicada en París desde hace varias décadas. Mayor y no del todo consciente de sus limitaciones físicas, Frida descarga su ira contra su flamante cuidadora, una sufrida coterranea recién llegada a Francia luego de una serie de problemas familiares. El film de Ilmar Raag se articulará a partir de la progresión del vínculo de estas dos mujeres con personalidades y circunstancias complementarias, pero aunadas por sus pasados amorosos truncos.
Es cierto que Una dama en París está filmada a reglamento, sin demasiadas ideas formales, y su historia esperanzadora la ubica peligrosamente cerca de un crowd-pleaser para el público mayor, pero su desarrollo se sigue con interés gracias a la capacidad de Raag para construir personajes atribulados pero alejados del estereotipo, cargándolos de humanidad y sentimientos.
Esto se da también por el enorme trabajo no sólo de Moreau sino también de Laine Mägi. Ambas le insuflan calidad a un film que logra evadir el somero etiquetado artie. Lo que no será demasiado, pero que, en una cartelera cada día menos variada, puede ser suficiente.