La película de 2018 del realizador francés se centra en un joven provinciano que llega a París a estudiar cine y descubre un mundo nuevo, tan apasionante como complicado.
El film del realizador de MON AMIE VICTORIA parece –y en cierto modo es– la prototípica película francesa, esa que sentís que viste cientos de veces. Jóvenes discutiendo sobre cine, política y literatura en camas, calles y cafés, amoríos cruzados, deseos no correspondidos, música clásica (Bach, Mahler) y, sobre todo, el más elegante blanco y negro. ¿Se puede escapar a ese cliché que parece ser un combo de Eustache, Rohmer, Truffaut, Desplechin, algún Garrel y decenas de otros cineastas franceses que versionaron ese mismo universo de la «educación sentimental» parisina?
Se puede. Bah, quizás no del todo, pero cuando los resultados son tan buenos no importa demasiado. Etienne (Andranic Manet, que luce como Julian Casablancas pero en versión XL) es un joven de veintitantos que se ha ido a estudiar cine a La Sorbona 8, a Paris, abandonando su ciudad, Lyon, su novia y su familia. Sus aventuras en la capital comienzan haciéndose amigos en el curso: un amable Jean-Noël –que tiene un amor platónico con Etienne– y el más misterioso Mathias, un chico moreno y extraño, apasionado por el cine de autor más radical pero también muy violento en sus críticas a los demás. El grupo se completa con su roommate, ocasionales parejas y amigas, y la relación con su novia ahora lejana que se va complicando.
A lo largo de 136 minutos muchas cosas van cambiando en la vida y las relaciones de Etienne. Nuevos amigos y amigas entran, otras y otros desaparecen, llega a su vida la actividad política y se discute mucho sobre el rol del cine como catalizador de debates sociales, así como antes en La Sorbona se peleaban los más «comerciales» y los fans del cine arte. Civeyrac filma a «sus provincianos» con el romanticismo, la melancolía y la mezcla de fascinación y confusión que para todos ellos tiene llegar a la capital y empezar a vivir una vida de apasionamientos culturales, cine y literatura, largas noches de fiesta, infidelidades y alcohol (que, para Etienne, son novedades) y también sufrir las consecuencias de todos esos fascinantes y potencialmente peligrosos juegos.
En la película se habla mucho de cine, pero lo que emociona y hace vibrar al espectador es lo bien que el realizador conecta con ese momento de la vida de los que llegan a una gran ciudad a estudiar, especialmente este tipo de carreras repletas de personajes intensos, difíciles y complicados. Hay una mirada que bordea el escepticismo o la tristeza seguramente ligadas a la dificultad, hoy, de sobrevivir haciendo un cine fuera de las normas de la publicidad y las series, más cercano a una verdad personal. Pero la misma película parece negar esa tesis con su propia existencia. Es verdadera, es real, es personal. Y es cine.