Crítica de “Una educación parisina”
Un film de Jean-Paul Civeyrac
El noveno largometraje del director francés llega a las salas de cine el 30 de septiembre, tres años después de su estreno en el festival de Berlín.
Étienne es un joven de clase media alta, con una personalidad introvertida y una evidente pasión cinéfila, que toma la decisión de abandonar su ciudad, la comodidad de su vida con sus padres y una relación en pareja de seis años, para ingresar a la universidad de cine de París y abrirse camino en la realización cinematográfica.
De esta manera, el protagonista inicia un nuevo camino, en una ciudad en la que se respira cine. Lugar donde se relaciona con otros jóvenes dentro de un universo de descubrimiento cultural y en donde tanto el cine, como la música y la literatura son los principales propósitos dentro de sus vidas.
En ese marco, es que recae el conflicto primordial del relato acentuando estas interacciones, que se producen entre Étienne, en su nueva vida parisina y sus recientes amistades. Discusiones juveniles que se brindan en torno al cine tradicional y de vanguardia, que se disipan en el bar, en la calle o en la cama de algún cuarto.
Allí, se exponen las diversas visiones sobre el arte cinematográfico, en donde las historias personales de los estudiantes, se mezclan reflejándose en sus relatos al momento de realizar sus películas. En este sentido, el film busca dejar en claro la importancia del cine, tanto en su compromiso político como en la vida.
Jean-Paul Civeyrac decide con precisión filmar esta historia en un romántico blanco y negro, trasmitiendo mediante la estética audiovisual una fehaciente nostalgia en las imágenes y el recuerdo de aquellos años de la nouvelle vague, movimiento cinematográfico de notable influencia en la obra del autor y más que importante en la vida de todo cinéfilo y cinéfila o estudiante del séptimo arte.