Una entrevista con Dios es una película muy desperdiciada. A tal punto que me dio bronca.
La idea es muy buena (aunque no sea original), pero está mal ejecutada en casi todos sus aspectos.
Falla en el que tendría que ser su principal atractivo: la(s) entrevista(s) en sí misma. No hay tracción, intriga, ni debate lo suficientemente profundos como para que el espectador pare bien la oreja y abra los ojos por completo.
El guión tendría que haber sido lo más importante y fundamental aquí. Pero se decidió que el joven -y prometedor- periodista sea demasiado creyente como para hacer las preguntas más adecuadas, incómodas o jugadas.
Nunca se termina de crear la suficiente tensión entre los dos protagonistas.
En cuento a lo actoral, a David Russell Strathairn le falta carisma para ser ese personaje. Y ojo que no estoy diciendo que Morgan Freeman tendría que haberlo interpretado. Es una película independiente, y como tal podría haberse nutrido con otro tipo de actor.
Brenton Thwaites, una de las jóvenes nuevas promesas de Hollywood, hace un buen trabajo, pero el guión no lo beneficia. Aún así su personaje tiene un arco de transformación y capas. Está conseguido.
El director Perry Lang, vuelve a hacer cine tras 25 años de dirigir mucha televisión. Y se nota la falta de puesta, justamente, más cinematográfica.
Los climas no están bien logrados y es todo muy pobre desde lo narrativo audiovisual. No hay ninguna composición de plano que valga la pena.
En definitiva, Una entrevista con Dios se queda solo con una buena idea y un gran título.