La actriz hispano-argentina Bárbara Lennie se luce en el nuevo filme del director de “Refugiado” retratando a una mujer que se mete en problemas cuando viaja a Misiones a adoptar a un bebé y se ve enredada en medio de una peligrosa y tensa situación. Un drama con toques de thriller con un personaje central inolvidable.
Una de las situaciones más complicadas de resolver a la hora de filmar una película como UNA ESPECIE DE FAMILIA tiene que ver con cómo hacer para evitar caer en los lugares comunes o situaciones previsibles que este tipo de temáticas trata. Se han hecho decenas, acaso cientos, de películas sobre adopciones complicadas, sobre tráfico de bebés, sobre las muchas variantes posibles de este tipo de situación por lo que resulta muy complejo salirse de la norma, escaparle a que el Tema (así, con mayúscula) se imponga por sobre el drama concreto y personal de los protagonistas. Pero como ya probó en la reciente REFUGIADO, otro filme que corría el riesgo de ser devorado por su temática (la violencia de género, en ese caso), lo que Diego Lerman encuentra como respuesta es adentrarse en las sensaciones y actitudes de su protagonista, en ambos casos mujeres, y dejar que esos asuntos atraviesen naturalmente la trama, sin adueñarse del filme sino incorporándose naturalmente a él.
De entrada sabemos que, como fue el caso de Julieta Díaz en aquel filme, este será un retrato personal de una mujer. En este caso es una doctora, de nombre Malena (la extraordinaria actriz hispano-argentina Bárbara Lennie, la de MARIA (Y LOS DEMAS), MAGICAL GIRL y EL APOSTATA, entre muchas otras), a quien de entrada vemos emprender un viaje que, ya por la oscura y tenebrosa fotografía del polaco Wojtek Staron, sabemos que no va a ser fácil. La decisión de Lerman de registrar todo lo que sucede a partir del rostro de Lennie y utilizando una fotografía que no apuesta por el naturalismo sino por algo más impresionista dejan en claro esa idea: vamos a contar la historia de una mujer enfrentada a circunstancias muy complicadas en medio de un ambiente masculino y hostil.
Esa hostilidad no se manifiesta de entrada, sino que se deja ver de a poco. Malena viaja a Misiones a adoptar de una manera no del todo legal pero, aparentemente, acordada entre Marcela (Yanina Avila), una mujer a punto de parir allí y la propia doctora al hijo que está por nacer. Todo parece correr por carriles esperables –tanto la paciente como los doctores del lugar, incluyendo al Dr. Costas (Daniel Aráoz), la reciben de la mejor manera– hasta que aparecen las sorpresas. Sorpresas que, inicialmente, tendrán que ver con un pedido de ayuda económica al que ella en principio se rehusará, lo cual hará escalar más la situación hacia zonas de peligro y narrativamente más cercanas al thriller.
Como en REFUGIADO, Lerman usa ciertos recursos del cine de género para apretar las tuercas del drama, lo mismo que deja entrever los conflictos de clase entre la protagonista y el mundo en el que se tiene que mover. El conflicto no solo pasa por la mujer y su decisión de adoptar en condiciones un poco extrañas sino que la propia mecánica del sistema la lleva a meterse en un territorio del orden de lo policial, especialmente cuando hace su aparición su marido (Claudio Tolcachir) y la situación se va espesando y tensando por un perverso sistema que se aprovecha tanto de la que quiere dar en adopción como de la que busca adoptar.
UNA ESPECIE DE FAMILIA mantiene, como TEMPORADA DE CAZA (otro estreno del jueves 14), una mirada feminista a la hora de pintar ese universo y a sus personajes. No solo por el constante requerimiento de la presencia de su marido (los locales no quieren dirimir el asunto con ella) sino porque iguala en condiciones de víctimas de ese perverso sistema a ambas mujeres, tanto a Malena como a la embarazada Marcela. Y si bien no es una mirada unívoca (también hay mujeres que participan de esta suerte de mafia), lo que Lerman hace es hermanar a las dos protagonistas de esta historia y ver de que manera cada una es explotada en su propio mundo y entender –sin juzgar– las necesidades y problemas de ambas.
El filme es, de principio a fin, una clase magistral de actuación de Lennie quien, con su rostro tenso, su mirada firme y sus enérgicos movimientos da la impresión de ser una mujer capaz de sobrellevar ese literal temporal que se le viene encima, pero dejando entrever el costado frágil y temeroso de Malena entre esos pliegues, esa lucha entre el deseo y el miedo que la atraviesa. Que la actriz sea de familia argentina (nació en España pero vivió buena parte de su infancia aquí) hace que en ningún momento se sienta la habitual extrañeza que aparece cuando, sin mucha justificación, se fuerza un acento. Aquí eso no sucede y la película fluye con la potencia que tiene que tener, siguiendo bien de cerca a una mujer que le pone literalmente el cuerpo a la compleja situación que le toca atravesar.