“Malena camina pensante hacia su auto. Una langosta choca contra su hombro, ella sigue caminando. Otra langosta vuelve a chocar, ella se molesta. Mira hacia atrás y empieza a correr. Una invasión de langostas se asoma. Presa del pánico, corre hacia su auto, entra y cierra la puerta. Ve cientos de insectos afuera, inundan el aire, tapan el cielo“.
En Una especie de familia, una pareja que no puede concebir un hijo opta por la adopción de un bebé. El deseo de ser padres los lleva a cruzar el límite de lo legal/ético. Y en Argentina conseguir un bebé no es un imposible…
Diego Lerman no juzga a sus personajes, más bien los presenta como quien muestra sus cartas en la mesa. Malena luce cansada, ajetreada, desbordada y al borde de la demencia (un sólido trabajo de Bárbara Lennie). Mariano (Claudio Tolcachir), su esposo, se muestra ambiguo, quizás más reposado, la apoya pero la audacia temeraria de Malena parece excesiva para él. El Doctor Costas (interpretado por Daniel Aráoz) es afable y no es casualidad que el personaje más carismático del film esté en un negocio ilegal; habla de la imparcialidad de Una especie de familia, de desnudar la problemática mas no atacarla.
El tópico “venta de bebés” suena controvertido hasta que lo vemos de cerca y se lleva a cabo como si fuese un trámite más por hacer en Anses. Una suerte de engranaje compuesto por policías, doctores, orfanatos y gente de pueblo al son de la complicidad y la clandestinidad. Funciona como un film de la fuerza de la mujer; una mujer que enfrenta una realidad claramente adversa. En una escena se la ve a Malena al lado de la ruta con el ansiado bebé, pero está sola, es decir, no tiene nada y lo tiene todo. El desierto como alegoría (notable el director de fotografía Wojtek Staron) parece ser una buena carta de invitación para ver Una especie de familia