Luego de la muy buena “Refugiado” (2014) se podía esperar con ansias su nueva incursión como director, pero la decepción se instala pues retorna “casi” a la mediocridad general de sus antiguas producciones.
Una razón podría atribuirse a la actriz protagónica, no es que la argentino-española Barbara Lennie (más ibérica que sudamericana) no dé con el personaje, sino que Julieta Díaz esta muy arriba como para ser un justo parámetro en el sostenimiento de un filme.
La otra razón es que en la anterior el tema aplicaba con todo rigor, puntería y justeza, en la violencia de género, en esta última producción el realizador no tiene en claro donde profundizar, si en la vida dramática de su personaje, en la manipulación de la pobreza, el alquiler de vientres y trafico de bebes incluido, en la burocracia establecida para la adopción, o en la justicia ciega, sorda y muda.
En ese deambular del texto está inmersa también Malena (Bárbara Lennie), una médica porteña de 38 años que tomo la decisión de adoptar un bebe de manera no muy legal, para lo que se contacta con el Dr. Costa (Daniel Araoz), médico todo terreno en una localidad perdida de la provincia de Misiones.
Construyendo, o intentando hacerlo, un relato que se mueve por providencia impropia entre dos aguas, lo intimista del retrato del personaje de Malena y una especie de filme-denuncia, thriller, de mafias, que sin ser Al Capone, se los reconoce.
Con pocos detalles el director nos va a ir conformando la historia, el pasado que pesa, la idea de la pérdida de un embarazo, la posible ruptura de la pareja, mientras que en derredor los que deambulan son los otros personajes no muy definidos ni demasiado desarrollados.
Algunos no serian necesarios, otros si, desde Marcela (Yanina Avila), la madre biológica, y sus motivaciones tanto para entregar al bebe como para negarse hacerlo; la Dra. Pernia (Paula Cohen) dando cuerpo a la jueza involucrada en la ilegalidad, como así también Mariano (Claudio Tolcachir), como la pareja de Malena, que no termina de convencer, ni convencerse de su rol.
Todo aparece como salpicado, ideas sin desarrollar totalmente, por lo cual mucho del accionar del personaje principal queda como injustificado.
Si a esto le sumamos las revueltas de tuerca, llegamos a percibir que no se termina de ajustar pues el tornillo se quebró.
Tampoco suman las actuaciones, posiblemente sólo Daniel Araoz de en la justa medida, es tan naturalista su actuación que es creíble de principio a fin, el resto lamentablemente circula entre la exageración y el minimalismo actoral
Filme de tema importante, necesario, como los que siempre elige su director, eso no tiene que ver con sus resultados como texto fílmico. No se aplica la misma vara.