A juzgar por sus últimas tres películas queda claro que Diego Lerman no anda con rodeos a la hora de indagar en temas espinosos, poniendo el foco en la vulnerabilidad femenina frente entornos hostiles. El machismo en una sociedad dictatorial (La mirada invisible, de 2010) y la violencia de género (Refugiado, de 2014) ya habían sido tratados por el director, que ahora redobla la apuesta entregando un audaz y consternador relato sobre el deseo de ser madre contra todo y contra todos.