Ensamble onírico, especímenes sueltos
Una Especie de Familia (2017) es el quinto largometraje de Diego Lerman. Su génesis es la mirada opuesta al opus Refugiado (2014), donde aborda la deconstrucción de una familia a través de un viaje y una situación de violencia doméstica. En esta ocasión, combina atípicamente los géneros road movie y thriller moral para mostrar la otra cara de la moneda: la construcción de nuevos lazos familiares a partir de la adopción de un bebé. Entretanto, revela cómo el presente contexto socioeconómico nacional permite el tétrico negocio de compra-venta de niños, cual objeto góndola/supermercado. Este paradigma oscuro es el marco elegido por Lerman para profundizar dos tópicos. Por un lado, el deseo de su protagonista Malena (Barbara Lennie), una médica de 38 años que viaja a Misiones por trabajo y, a su vez, está obsesionada por ser madre. Por otro, el destino de un bebé recién nacido -en una sociedad desigual liderada por el sistema capitalista e irregularidades jurídicas atroces- queda librado al azar en el hospital cuando su madre biológica X (Yanina Ávila), cómplice de la mafia circundante, lo da en adopción. Con este espíritu, Lerman denuncia cómo la mafia juega con la necesidad de una y el deseo de otra; dos realidades que coexisten y se chocan, pero al mismo tiempo las une el dinero. Sin más preámbulos que esta premisa ficcional y narrativa nacen las siguientes preguntas: ¿Qué define una familia? ¿Por qué la justicia no actúa y demora tanto los trámites e interviene la moral?
Esta premisa permite que el espectador tenga un espejo del negocio atroz, producto del sistema legislativo argentino, que ve cómo son violadas las leyes que contemplan este acto jurídico en virtud del cual un adulto toma como propio un hijo ajeno con el fin de establecer una relación paterno-filial pero no acciona para arrancar el problema de raíz. Así la trama propone, de manera formidable, profundizar esta temática mediante cameos que recorren locaciones en Misiones, Catamarca y Buenos Aires para registrar el verosímil donde los controles son constantes pero avalan la triste y frágil realidad. A nivel artístico, cabe destacar la escena donde Malena está en una plaza desolada sentada en una hamaca y mira a su alrededor las dos que están a su lado, como esperando que se ocupen por un hijo y una pareja. Este recurso presenta, al mismo tiempo, la doble mirada de una madre: vemos la figura adoptiva en contraposición a la biológica que, sin importar el motivo, las une el bebé. Podría pensarse entonces que tiene una arista de feminismo intrínseca, propia de los largometrajes que anteceden la filmografía de Lerman, ya que la figura paterna es poco desarrollada; está presente pero distante, en esta decisión del devenir familiar, que con el correr de los minutos el espectador entenderá sus motivos y hará su propio juicio de valor sobre la moral del tráfico de bebés.
Párrafo aparte para el magistral elenco compuesto actores y no actores. Por un lado, el humorista y presentador de televisión Daniel Aráoz que, atípicamente, encarna el rol de mafioso; el formidable Claudio Tolcachir en la figura del padre, y la actriz española Bárbara Lennie, de gran trayectoria cinematográfica, vista en films como Magical Girl (2014), de Carlos Vermut. Por otro, Yanina Avila que debuta con esta historia empapada de emoción.
Sin tomar partido, Una Especie de Familia desnuda una realidad en función a la construcción de una denuncia que atrapa y aterra al espectador. Podría pensarse que, tal como afirmó Lerman, “Es un cierre de la trilogía que incluye La Mirada Invisible (2010) y Refugiado”. Sin dudas, esta historia y mirada ejemplar merece traspasar las pantallas e instalarse como debate social.