Una especie de familia: Por los hijos, todo.
La quinta película del director Diego Lerman es un crudo relato sobre el vacío legal que existe en nuestro país sobre el tema de la adopción. Entre el drama y el suspenso, una propuesta de visión imprescindible.
Quien siga la carrera del director Diego Lerman sabe que temas como la injusticia social, la violencia de género, el machismo preponderante en una sociedad tibia frente a los derechos de la mujer, suelen ser foco de interés para el realizador de películas como La mirada invisible (2010) y Refugiado (2014), entre otras.
En Una especia de familia, y con un trabajo intenso de investigación previa, el argumento nos pone de cara frente a la injusta realidad a la que deben enfrentarse dos mujeres, porque de ninguna manera esta película tiene una sola figura femenina, la brillante actriz española Bárbara Lennie, quien encabeza los créditos, pero sería caer en la injusticia que el mismo relato convoca, si no damos cuenta al excelente trabajo que realiza en su primera experiencia como actriz, la joven Yanina Ávila.
Ellas son las protagonistas de esta historia, Lennie interpreta a Malena, una médica de clase social media, quien ante la imposibilidad de ser madre recurre a Marcela (Ávila) una mujer con un tercer hijo a punto de nacer, al cual no puede criar por las precarias condiciones en la que vive.
En primera instancia pareciera que una tiene lo que la otra necesita y viceversa, Malena tiene plata pero no tiene un hijo, Marcela tiene un hijo (tres de hecho) pero no tiene los recursos para poder darle un futuro prometedor, en términos económicos claro está, ya que aunque quede a debate abierto la siguiente afirmación, no hay duda que Marcela ama a sus tres hijos, aún cuando decida entregar a uno de ellos.
Uno de los primeros planos del film nos muestra a Malena detrás de un parabrisas dentro de un coche, el cual funcionará casi como un personaje más, posiblemente eso la convierte en una especie de road movie, dentro de un género que combina el drama social con el suspenso psicológico que se pone de manifiesto en ciertos momentos del guión.
Malena inicia su viaje hacia la provincia de Misiones , allí nos enteramos luego de unos minutos que la espera el hijo que ha convenido en adopción con la madre biológica, todo parece marchar “bien“ hasta que un accidente familiar (del padre biológico de la criatura) complica todo y aparece en escena el factor dinero, moneda corriente, valga la redundancia, cuando se trata de adopción de niños.
Aquí todo se dispara hacia un viaje sin vuelta atrás, Malena hará lo (im)posible para irse de la provincia con ese hijo que tanto desea y que la vida le ha negado tiempo atrás, pedirá ayuda a su ex marido (Claudio Tolcachir), se verá involucrada en distintos delitos, que quedará a opinión del público, la justificación o no de los mismos.
Lerman plantea un tema por demás complicado como lo es la adopción por vías ilegales, pero lo hace con una destreza sutil y un manejo preciso para denunciar un problema presente, desde hace tanto tiempo en nuestro país, sin juzgarlo ni condenarlo, resulta difícil señalar a una madre desesperada por tener un hijo y a otra desesperada por no poder mantenerlo, no hay heroínas no hay villanas, hay deseos, hay amor por sobre todas las cosas, y hay un sistema legal ausente, que condena a los buenos y hace la vista gorda “a los malos“.
Todo el elenco es impecable, Lennie impregna de intensidad la pantalla, nos desespera, nos involucra. La acompaña un reparto secundario formidable, Tolcachir, Araoz, Paula Cohen, todos componen personajes de calidad notable, y allí es donde debemos hacer mención obligada a Yanina Ávila, en el rol de la madre biológica nos conmueve con una mirada, una lágrima, con la sonrisa que no le vemos, el talento de esta no actriz es uno de los puntos más altos que Lerman logra destacar.
Una especie de familia es un drama conmovedor que se reserva un plano final dotado de una soledad devastadora, al fin y al cabo parecería ser que estas mujeres que comienzan una de cada lado de la historia, se tienen al final, solo una a la otra, inmersas en un mundo injusto y por momentos, desgarrador.