Todo arreglado
Al igual que en su opus anterior, Refugiado (2014), los guionistas Diego Lerman (La Mirada Invisible, 2010) y María Meira (Tan de Repente, 2002) indagan en esta oportunidad en una situación social candente de la Argentina, la adopción ilegal de niños. Malena (Bárbara Lennie) es una doctora que ansía ser madre y tras parir a un hijo que nace muerto decide adoptar un niño. Para evitar la espera la mujer decide seguir un camino jurídicamente heterodoxo y se contacta con un colega, el doctor Costas (Daniel Aráoz), que ejerce la medicina en un hospital pediátrico de una pequeña ciudad de Misiones y participa de una red ilegal de venta de niños aún no nacidos en la que está involucrada prácticamente casi toda la ciudad. Costas convence a la vulnerable mujer de viajar a Misiones para buscar al niño a punto de nacer como si le hiciera un favor pero una vez allí la situación de irá complicando cada vez más en una trama siniestra.
Una Especie de Familia (2017), el quinto largometraje de Diego Lerman, expone los procedimientos de la red de tráfico con gran meticulosidad, dando cuenta de la manipulación psicológica que cada agente del entramado ejerce sobre las víctimas. La violencia de la situación que la protagonista vive se multiplica con cada escena para ahogarlo con la ansiedad de los argumentos infaustos, las manipulaciones y el desasosiego que Malena siente, dando cuenta de la crueldad del asunto y la aquiescencia de unas prácticas aceptadas por una comunidad que solo piensa en sobrevivir, donde la ética es tan solo un significante vació carente de significado.
Las interpretaciones de todo el elenco son extraordinarias, destacándose principalmente la actuación protagónica de Bárbara Lennie en su rol de madre desesperada que ve todos sus anhelos manoseados por una mafia inescrupulosa en la que cada elemento justifica como quiere su perverso accionar. Daniel Araoz y Claudio Tolcachir realizan una gran labor apoyando cada uno en su rol el vehemente trabajo de Lennie.
La fotografía del polaco Wojciech Staron (El Premio, 2011) se destaca por los juegos de luces y las contraposiciones entre planos abiertos y cerrados que buscan exponer la angustia de los personajes, la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran, la miseria en la que viven y los contubernios ilegales e inmorales que se despliegan rapaces ante ellos a través de imágenes de gran calidad artística.
Una Especie de Familia combina así la sensibilidad social con un sentido estético preciosista que trabaja cada imagen con el fin de denotar sentimientos e impresiones para asemejarlos a lienzos que se contraponen con la realidad para crear conciencia social y denunciar una cuestión cardinal desde las posibilidades del dispositivo cinematográfico. Lerman crea así otra gran historia en la que seres atribulados por su contexto se abren camino como pueden, equivocándose, dejándose llevar por sus sentimientos, sufriendo, amando, acercándose y alejándose en un movimiento de sístole y diástole en el que las emociones y la razón se debaten para crear una dialéctica sobre nuestro devenir.