Están las películas que te conmueven y están las que te pegan mal. Una especie de familia pertenece al segundo grupo.
Adoptar un chico en Argentina puede llegar a ser una pesadilla por temas burocráticos y larguísimas esperas de años.
Hay testimonios desgarradores de parejas con un gran corazón que están en listas de espera, y uno no deja nunca de escuchar y leer ciertas circunstancias –no del todo claras- que suceden en el interior del país.
El film mete al espectador en ese mundo a través de Malena, quien viaja al norte Argentino para presenciar el parto de la mujer que le entregará su bebé en adopción, y luego todo se complica.
El gran laburo de Bárbara Lennie hace que realmente nos metamos en su piel y sufrir con ella. Lo mismo con todas las situaciones que las rodean, tanto las que le dan un alivio como las que la amargan.
Hay un elenco muy sólido compuesto por Daniel Aráoz, Claudio Tolcachir y no actores que son impresionantes y se roban sus escenas.
El director Diego Lerman, quien viene de hacer Refugiado (2014), genera climas de mucha tensión y congoja pero sin caer en golpes bajos sino mostrando una cruda realidad.
La puesta en escena es muy buena, se nota una maximización de recursos muy bien utilizados. O sea, la cinta aparenta más cara de lo que en realidad es.
Una especia de familia es una película necesaria por un lado, y por el otro, una demostración que de que no se necesitan grandes nombres para hacer un buen alegato.
Pese a todas las lágrimas que me sacó, aplaudo fuerte esta película por su valentía y profesionalismo.