Un gran chico
Una esposa de mentira no es una película anárquica ni está llena de citas autorreferenciales al mundo de la nueva comedia americana. Más bien es una película conservadora que no aprovecha del todo al Sandler de antaño y sus acostumbradas explosiones de ira. Sin embargo, aunque la ternura esté demodé, Una esposa de mentira es una comedia que sí aprovecha la otra cara del Sandler de la vieja época, esa que nos hace creer que es la persona más buena del mundo, o por lo menos una de las más queribles.
La historia es remanida y predecible: Danny (Sandler) sufre una desilusión amorosa en el día de su casamiento (al igual que en La mejor de mis bodas) y desde entonces deja su especialización en cardiología y se dedica a la cirugía plástica, disciplina que encaja mejor con su nueva vida libertina. Dicho libertinaje, sin embargo, se interrumpe cuando se enamora de una chica casi perfecta. A partir de ahí, recurrirá a su confidente y mejor amiga (la siempre adorable Jennifer Anniston) para que lo ayude a conquistar a la chica de sus sueños. Como es sabido, en el medio se dará cuenta de que la perfección es bastante aburrida y que la chica con la que trabaja todo los días y con la que se ríe de los mismos chistes es algo así como su alma gemela.
Y aunque todo esto parece abundar en lugares comunes (¿qué comedia romántica de los últimos tiempos no lo hace?) la película los vuelve auténticos. Porque ahí están los ojos siempre movedizos de Jennifer Anniston y la nobleza de niño crecido de Adam Sandler para que les creamos que realmente son un médico y su asistente aguantando la risa por las cejas en estado de asombro permanente de una paciente, y, para que les creamos, más que nada, que están enamorados.
Quizás el gran acierto de la película es no tenerle miedo al pastiche, porque usa todos los recursos habidos y por haber pero los hace propios, con un ritmo en el que no hay tiempo para estirar un chiste hasta el hartazgo. Si la aparición de Nicole Kidman (una ex amiga del personaje de Jennifer Aniston que puede desbaratar todo el plan de ficción familiar que están llevando a cabo) podría hacernos suponer toda una seguidilla de chistes de encuentros y desavenencias molestas al estilo de una obra de títeres, acá no pasa. El director no se regodea en el malentendido y los lleva a una escena en la que Nicole y Jennifer se sacan chispas bailando hawaiano y que termina con el mejor beso no dado entre Sandler y Anniston.
Y aunque se la pueda acusar de muchas cosas a Una esposa de mentira (tales como un final un poco apresurado, o una dosis de más de cursilería), no se la puede acusar de no tener corazón, porque el niño gigante de Adam Sandler y la chica de los mohines perfectos que es Jennifer Aniston lo ponen entero, y lo demás, no importa.