La siesta interminable
No es buen síntoma que uno defienda a Una esposa de mentira diciendo que en comparación a lo que venía haciendo Adam Sandler de Click para acá (salvo la feroz No te metas con Zohan), se trata de una comedia romántica más o menos efectiva, que recupera algo del Sandler que nos gusta y que tiene un plus en la química evidente con su coprotagonista, Jennifer Aniston. Sin embargo no se puede dejar de señalar que la nueva colaboración del comediante junto al director Dennis Dugan es una comedia rutinaria, previsible en todas sus vueltas de guión, simplona en la búsqueda de algunos chistes indignos (e indignantes) y hasta con algunos personajes secundarios que no están a la altura de otros personajes secundarios que aparecían en dislates tales como Happy Gilmore, La herencia del Sr. Deeds o El hijo del Diablo.
Una esposa de mentira es en realidad una remake, una nueva versión de Flor de cactus, aquella con Walter Matthau, Ingrid Bergman y Goldie Hawn, reformulada de acuerdo a los estándares sandlerianos. El comediante interpreta a un cirujano plástico que tiene un hábito: utiliza siempre una alianza, que le sirve de señuelo para buscar mujeres de una noche a las cuales abandonar ni bien sale el sol. En una de estas peripecias, conoce a una joven veinteañera (Brooklyn Decker) por la que realmente siente algo, pero el equívoco con la alianza lo lleva a tener que inventarse un matrimonio al borde del divorcio, con su secretaria (Aniston) y los hijos de esta. Y todos, terminarán involucrados en un viaje a Hawaii. A Dugan le lleva un feo prólogo y un par de escenas desafortunadas organizar el conflicto, pero una vez que lo hace, conduce con mano más o menos certera el camino de equívocos, enredos y cruces de pareja que propone el relato. Una esposa de mentira no es más que eso. Y por suerte no pretende ser mucho más que eso.
Evidentemente el problema del comediante ha sido su madurez: dejando atrás el concepto de niño grande violento, iracundo y latoso, se convirtió en un adulto que apenas mantiene lo latoso. Si a la hora de resolver sus conflictos, Sandler fue siempre bastante sensiblero, con el tiempo fue dejando de lado esa sensibilidad, muchas veces entendida como humanidad, y reconvirtiéndola en conservadurismo. Aquí se amaga un poco con eso, ya que obviamente Sandler comenzará a ver a Aniston con otros ojos y esta verá cómo el muchacho es un buen compañero para sus hijos, aunque todo queda tamizado adecuadamente por la estructura de la comedia romántica más convencional. Incluso aparece nuevamente esa habilidad de Dugan para quebrar con un chiste aquellos momentos que pueden estar al borde de lo pueril. Ejemplo: Aniston mira enamoradamente a Sandler mientras le enseña a nadar en la pileta a su hijo, pero el plano abre e ingresa un personaje que reconvierte el sentido de la escena. Esos pequeños rasgos de genialidad que antes eran norma, ahora son excepciones en medio de un mundo de chistes sin timing ni gracia.
De los dislates anteriormente mencionados, sobreviven en esta película algunos maltratos de Sandler para los pequeños hijos “adoptivos”, que conforman los mejores pasajes de Una esposa de mentira. Y también la buena dupla que hace con Aniston: son especialmente disfrutables las escenas que comparten y donde se agreden constantemente en medio del juego que han planificado. De todos modos el panorama es tan pobre que uno tiene que andar rascando de la lata para sacar algo. Una prueba para comprobar la intrascendencia de las películas del comediante en la actualidad puede ser recordar todos los momentos de las comedias de Sandler y darnos cuenta que de Click para acá es poco lo que nos queda en la mente: la memoria es una buena herramienta para medir la irrelevancia de algunas obras y artistas. Lamentablemente Sandler se tomó demasiado en serio aquello de “hazte la fama y échate a dormir”. Esperemos que se despierte pronto de la siesta.