Para ser sincero, hubo poco tiempo de decantación respecto de éste estreno. Tal vez no salgan a la luz los avatares internos de cómo hace uno para ver todo lo que renueva la cartelera vernácula, pero a título de confesión, caro lector, esto está bastante desorganizado.
Si cualquiera de nosotros le mostrase la agenda de proyecciones, usted pensaría que todo es una mentira cercana a la credibilidad de la FIFA. Cuando se supondría que un mercado competitivo leal debería permitir a todas las distribuidoras tener lugar para dar a conocer sus apuestas, antes de que estas lleguen a la sala, la experiencia indica lo contrario. Esto no supone una justificación de nada, pero hay días en los cuales, a la misma hora matinal, pero en distintas salas, se exhiben hasta tres próximos estrenos, con lo cual se hace imposible la visualización y mucho menos la decantación en función de su análisis.
Para sentar un ejemplo bizarro, “Zoolander 2” (con la trascendencia que tiene esta secuela) no tendrá funciones de prensa, con lo cual, si usted lee una crítica de su estreno el día jueves 11 en algún medio gráfico, radial, digital o televisivo será: o bien una opinión producto de la imaginación del que firme la crítica (ya que teóricamente no la vio) o hay medios con privilegio.
“Una familia espacial” por ejemplo, llega a los ojos de quién escribe varios días después del acostumbrado jueves de marras, cuando lo ideal sería al menos dos días antes. Poca anticipación, superposición de proyecciones, poca organización, distribución digitada… puede ser cualquier cosa, pero vamos allá; algo tendrá de ventajoso como, por ejemplo, presenciar la obra con el público al cual está dirigido esto.
Volvió a la carga Enrique Gato, el director español ganador del Goya 2012 a mejor película animada, estrenada aquí como “Tadeo, el explorador perdido” (2012), puso toda la carne al asador para despacharse con un producto que lejos de parecer hecho en España por su tecnología industrial, apunta al mercado internacional para meterse en la discusión taquillera. Además, acaba de ganar el Goya 2016 con esta producción con lo cual hay varios pergaminos bajo el brazo.
El millonario Carson (muy, pero muy millonario) está convencido que nadie viajó nunca a la luna. Todo fue una farsa y para probarlo va a ir él mismo a la luna a la que usará para explotar su riqueza mineral. Esta trama, de por sí planteada como una interesante aventura, sufrirá un intento de boicot por parte de Mike, una amiga y su abuelo. ¿Su abuelo? Sí, lo que pasa es que lleva años peleado y separado del papá de Mike. Cuando el espectador se entera de esto, supondrá bien al adivinar si este viaje va a ser la excusa para contar cómo Mike intentará ser el nexo para la reconciliación. Esta idea tampoco está mal, y hasta se podría decir que bien llevada es una de esas que fácilmente se pueden emparentar con la profundidad que suele ser marca registrada de Pixar.
Sin embargo, el guión de Patxi Amezcua, Jordi Gasull, Neil Landau y Javier Lopez Barreira se queda en resolver el conflicto sin tomar riesgos a partir de una construcción de los vínculos que no pasa mucho más allá de lo nominal. Por otro lado, la dirección de Enrique Gato tampoco le da lugar a esa posibilidad porque está enamoradísimo del logro técnico y de las referencias a la cultura icónica norteamericana, lo cual va en desmedro del costado dramático de “Una familia espacial”. Hasta en el diseño del personaje del camaleón parece tener una mirada hacia la ardilla de la saga “La era del hielo” (2002/2012).
El cuento se cuenta, por ese lado no hay problema. Tal vez, ver a chicos levantarse un rato para correr por el pasillo podría decantar en pensar sí no le sobran algunos minutos. No sabemos si el dinero hace la felicidad, lo que es seguro es que en cine no garantiza la excelencia.