Una familia numerosa es una de esas películas que tienen un buen mix de escenas muy buenas y muy divertidas y otras muy tontas e insoportables. Por ello, al momento de analizarla en su totalidad y dar “un veredicto” se dificulta porque queda en el gusto de cada uno y hasta en la personalidad del espectador: si es de los que ven el vaso medio vacío o el vaso medio lleno.
La idea de un hombre que donó esperma en su pasado y que en el presente se encuentra con que tiene un montón de hijos (en este caso más de 500) no es nueva e incluso ha sido explotada en un unitario argentino hace poco tiempo. Aún así, el guionista y director Ken Scott fue astuto al dotar de mucha diversidad y hacer pintorescos a los personajes secundarios (los hijos) dando pequeños subplots para cada uno y un hilo conductor entre todos.
Cabe destacar que esta es película es una remake del mismo Scott. O sea, es una de las pocas veces donde el mismo realizador vuelve a adaptar su propio trabajo pero esta vez con más presupuesto y a lo Hollywood (el film original fue una comedia indie de Canadá).
Y su elegido para el personaje principal fue Vince Vaughn, quien ya ha probado demasiadas veces que sabe hacer comedia y que también puede darle tintes dramáticos a sus diálogos de ser necesario tal como ocurre en este estreno. Si no fuese él, la película sería un completo desastre.
Asimismo, Chris Pratt y Cobie Smulders acompañan muy bien en sus papeles.
Aún así, estando bien actuada y dirigida, e incluso con un par de giros argumentales interesantes, el film cae en los típicos clichés del género y verdaderamente no aporta nada nuevo. O sea, se deja ver pero no va a arrancar más de un par de risas.