Por un puñado de pibes
Definitivamente Una familia numerosa es una película muy particular, que trabaja bien aquello que uno podría pensar que va a estar mal de antemano y que se confunde cuando tiene que redondear su mirada sobre la paternidad. En primera instancia, esta comedia dramática del canadiense Ken Scott (a su vez remake de una película suya de 2011) protagonizada por Vince Vaughn tiene una premisa fuerte, de esas que pueden salir para cualquier lado (hasta despistarse) pero que logra trascenderse a sí misma para convertirse en un acercamiento interesante sobre las necesidades de una persona que nació a partir de la inseminación artificial de un donante de esperma.
Los primeros minutos funcionan sobre el terreno de la comedia en la línea Vince Vaughn: esto es un universo de clase laburante norteamericana, con una pata sobre la idea de familia tradicional pero a la vez poniendo en crisis algunos de sus estamentos, y un protagonista adolescente eterno que busca sentar cabeza. En ese sentido Una familia numerosa no falla, pero se extraña la energía y verborragia de otros tiempos, aunque Chris Pratt cumple adecuadamente como el coequiper cómico. Y esto es así porque, claramente, la película irá indagando progresivamente terrenos más dramáticos que cómicos, a partir del conflicto central: un hombre que donó esperma casi 700 veces, que de ese esperma salieron 533 hijos y ahora un centenar y medio reclaman saber quién fue ese tipo que hizo las donaciones bajo el apodo de “Starbuck”.
Una familia numerosa transita tres líneas narrativas fuertes: por un lado la relación de Vaughn con su novia (Cobie Smulders), de la que espera un hijo; por el otro la trama legal que pone al protagonista a punto de tener que reconocer a cada uno de esos pibes que lo reclaman; y finalmente el acercamiento subrepticio que va haciendo el donante, cual ángel guardián de esos chicos. Digamos que entre esos hijos hay -obvio- discapacitados, negros, homosexuales pintones y promiscuos, minas que están buenas, drogadictas, laburantes, borrachos, de todo; y que el acercarse a cada uno de estos chicos pondrá al protagonista contra las cuerdas y lo hará recapacitar sobre qué significa y requiere ser padre. Sorpresivamente, en ese recorrido Scott maneja sutilmente algunas instancias que podrían haber caído en el peor trazo grueso y aporta miradas amplias y complejas sobre cuestiones como las adicciones a las drogas, por ejemplo.
Pero fanática de las vueltas de guión, la película da demasiadas vueltas hasta llegar a ese momento: el enfrentamiento del protagonista con la responsabilidad de reconocerse socialmente como el autor de aquel episodio. Una familia numerosa la pifia cuando aporta una mirada -una más- biologicista sobre la paternidad, dejando de lado las implicancias sociales y civiles de la paternidad de esos chicos. El discurso final de Vaughn sobre por qué debe o no reconocer a esos chicos, e incluso ser el padre del hijo del personaje Smulders, es bastante cuestionable, anulando por ejemplo la idea de adopción o cayendo en análisis simplistas sobre qué es la paternidad. Y en el camino, para colmo de males, termina llevándose puestos a aquellos pibes, a los que utiliza como vil recurso de guión: seguramente todo esto ocurre porque le preocupa más cómo el protagonista sienta cabeza, que lo otro. Una familia numerosa nunca termina por definir su tono cómico o dramático, y termina cayendo en la peor liviandad de la comedia romántica.