Esta película que pasó por Venecia y el BAFICI se centra en la desaparición de una chica de 20 años y la búsqueda de su paradero iniciada por su hermana menor. Más cerca del drama que del relato de suspenso esta notable opera prima observa desde un lugar inusual e inquietante este tipo de terribles historias que suceden en la Argentina muy a menudo.
La película codirigida por Kuri y Brockenshire tuvo su debut mundial en la sección Biennale College del Festival de Venecia, sección en la que proyectan títulos que participan de un programa/beca creado por dicho festival para filmes de bajo presupuesto. En medio del éxito de EL CIUDADANO ILUSTRE poco se habló de esta película, que sin dudas merece mucho mayor atención que aquel sobrevalorado suceso comercial. Es de esperar que esa injusticia empiece a repararse ahora en su estreno tras su bien recibida presentación de este muy buen filme en la competencia nacional del BAFICI en 2017.
UNA HERMANA tiene un planteo claro y directo aunque un desarrollo un tanto más esquivo. El filme empieza con un auto que se incendia por la noche y la desaparición de una chica de 20 años en las afueras de Lobos. Se supone que ella estaba en ese auto que es de su familia, pero no está su cadáver ni nadie sabe donde está ni qué le pudo haber pasado. Ante la imposibilidad de actuar de la madre –sobrepasada y aturdida por los acontecimientos– la que se pone al frente de la denuncia y la búsqueda es la hermana menor, Alba (una notable e intensa Sofía Palomino), que con una foto a cuestas empieza a preguntar a todo el mundo, averigua en casas de los conocidos de su hermana que no aportan demasiado y se topa con la infinita burocracia de las autoridades. Su hermana tenía un niño pequeño que queda al cuidado de ellas y, si bien no hay datos firmes, hay potenciales sospechosos.
Sin revelar demasiado, diremos que un momento Alba empieza a compartir el punto de vista narrativo con otra mujer (encarnada por Eugenia Alonso) para la que su hermana desaparecida trabajaba. Ella tampoco sabe qué pasó, pero tiene sus sospechas, que no son las mismas que maneja Alba. La película, sin embargo, no tiene el ritmo de un thriller policial sino que se acerca un poco más a lo que podría ser un filme de los hermanos Dardenne, aunque con menos nervio en la puesta en escena. Las directoras siguen a Alba, primero, y a ambas mujeres, luego, cada una por separado, haciendo sus averiguaciones. Y con lo que se encuentran –en especial Alba– es con silencio, evasivas, burocracia infinita y hasta lo que parece ser un desinterés tanto de las autoridades como, extrañamente, de los propios vecinos y conocidos. ¿O acaso ellos saben algo que ella no sabe y por miedo callan?
Las realizadoras no dan demasiadas pistas –ni intentan hurgar en la psicología de la víctima– sino que centran su narrativa en una búsqueda que es común tanto en Argentina como en buena parte del mundo: mujeres jóvenes que desaparecen sin dejar rastros. A diferencia del thriller más clásico, aquí no hay villanos evidentes, asesinos seriales u organizaciones mafiosas por detrás (es probable que los haya, pero jamás los vemos). Lo que hay es angustia, desesperación y, sobre todo, impotencia. Y por más que ellas crean verla –en escenas que coquetean con lo onírico sin anunciarse del todo como tal–, la desaparición es real y lo único que deja son espacios vacíos (bosques, riachos, autos, trenes, casas, estaciones) donde antes había alguien. Una hija, una hermana, una madre que ya no está.