Balas pop
Es difícil analizar The Interview abstrayéndonos del contexto escandaloso de su estreno. Por lo pronto, ya la vio casi todo el mundo. Apenas estrenó el 24 de diciembre en varios sistemas de streaming estuvo disponible para bajar ilegalmente, y mucha gente -o al menos la espuma de la espuma de twitter- la vio en las primeras 48 horas y exclamó, casi al unísono, “¿tanto lío para esto?”.
Es que el conflicto con Corea del Norte y la ira de Kim Jong-un le puso a The Interview el epíteto de “controversial”. ¿Y qué puede haber de controversial en una película que parece hecha por dos fumones que probablemente sepan poco y nada de política internacional? Puede que no nos parezca controversial a nosotros, pero The Interview pega precisamente ahí donde más le duele a un régimen totalitario: dispara con balas de cultura pop al ritmo de Fireworks, de Katy Perry.
De todas formas, y ahora sí olvidando la simpatía previa que nos provoca The Interview, hay que decir que es un retroceso en la todavía incipiente filmografía como directores de Seth Rogen y Evan Goldberg, o quizás más que un retroceso sea la prueba de que su humor tiene un techo bastante bajo: la onda de grupo de amigos famosos que hacen una película para participarnos de su diversión, que se ríen de sí mismos e invitan a sus amigos de Hollywood a jugar, se agotó bastante pronto.
Dave Skylark (Franco) y Aaron Rapoport (Rogen) listos para la acción Dave Skylark (Franco) y Aaron Rapoport (Rogen) listos para la acción
No me encuentro entre los fanáticos acérrimos de This Is the End, la anterior película de la dupla, aunque reconozco que es irresistiblemente divertida. Seth Rogen y Jay Baruchel haciendo de sí mismos y yendo a una fiesta en la casa de James Franco en la que Michael Cera toma cocaína y le toca el culo a Rihanna… bueno, hay que ser muy amargo o tal vez no amar lo suficiente a Hollywood como para no ser conquistado por ese disparate.
Pero The Interview es una película un poco más ambiciosa -un poco, tampoco tanto- y salvo la primera parte en la que se presentan los protagonistas y su mundo, esa cosa autorreferencial no existe y no es reemplazada por nada demasiado inteligente, ni siquiera muy divertido.
Por eso lo mejor es cuando la película nos presenta a Dave Skylark (un Franco desatado y algo irritante), conductor del programa Skylark Tonight en el que entrevista a famosos sobre cosas personales. Su productor es Aaron Rapoport (Rogen haciendo de Rogen, y está bien). En esa primera parte, Skylark entrevista a Eminem, a Rob Lowe, a Joseph Gordon-Levitt, todos haciendo de sí mismos, y la película continúa con esa cosa juguetona, leve y autorreferencial de This Is the End.
Skylark (Franco) y Kim Jong-un (Randall Park) de juerga por Corea Skylark (Franco) y Kim Jong-un (Randall Park) de juerga por Corea
Pero después, cuando se enteran de que Kim Jong-un, el dictador de Corea del Norte, es fanático de su programa, deciden viajar para entrevistarlo y ganar en rating y en “seriedad”. Pero antes son interceptados por la agente Lacey (Lizzy Caplan, siempre perfecta), de la CIA, que les ordena que cuando se encuentren con Kim Jong-un lo maten.
Cuando Skylark y Rapoport viajan a Corea del Norte empieza otra película, una comedia bastante boba sobre dos tontos retontos metidos en una aventura de espionaje. Y ahí lo mejor es Randall Park (el rival político de Selina Meyer en Veep) que interpreta a un Kim Jong-un que navega entre la maldad y la ingenuidad. Rogen dijo que una de las discusiones fue hasta dónde hacer simpático a Kim y eso se nota: Kim es el personaje más complejo e interesante de la película, un mono con navaja, víctima de su padre, fanático culposo de Katy Perry y las margaritas.
¿Tanto lío por esto? Sí, tanto lío por esto. Si en los ‘40 fue Charles Chaplin lanzando una perorata progre anti-Hitler, hoy es el trío Rogen-Goldberg-Franco oponiéndose al totalitarismo con boberías pop. Y aunque no terminan de ser del todo efectivos, los queremos igual.