Nominada al Oscar a mejor filme extranjero, la nueva película del realizador chileno de “Gloria” se centra en una mujer trans cuya pareja muere y la familia de él la rechaza y margina por completo. Con una gran actuación de Daniela Vega, la película es un drama con elementos de suspenso acerca de las distintas formas que puede tomar la violencia de género.
La línea que une a UNA MUJER FANTASTICA con GLORIA, la anterior película de Sebastián Lelio –que también fue parte de la competencia internacional de Berlín y que le reportó el premio como mejor actriz a Paulina García– tiene que ver con contar con una protagonista femenina decidida respecto a lo que quiere en su vida y sin pudores ni temores de enfrentarse a la mirada descalificadora, hipócrita o condescendiente de algunos. En la anterior película era una mujer que descubría, a una edad en la que ciertos mandatos imponen que las personas deberían “sentar cabeza” y/o “madurar”, tener la vida y la libertad de una mujer de 30 años menos. Aquí la situación es similar y, a la vez, un poco más compleja: Marina es una mujer trans que no se amilana ante el desprecio, el rechazo o la falsa comprensión con la que se choca ante una situación inesperada que la descoloca por completo.
Marina está en pareja con Orlando, un hombre que se acerca a los 60 años, divorciado, que ha decidido vivir con ella, mas allá del rechazo y hasta el disimulado disgusto que a su ex mujer, hijos, amigos y/o parientes eso pueda causarle. Parece una historia de amor perfecta: se los ve felices, pasándola bien y a punto de irse a pasar unas vacaciones a las Cataratas del Iguazú. Pero Orlando tiene un aneurisma cerebral mientras duerme, ella lo lleva lo más rápido posible al hospital y el hombre muere allí. A Marina la situación le presenta aristas más que incómodas, especialmente a partir de la mirada de los otros (médicos, policías, familiares de él, etc), quienes tratan, con un tacto un tanto hipócrita, de alejarla del lugar. Ella, si bien entiende esa complejidad y no se lanza a combatirla de entrada, comienza de a poco a sentir que esa “corrección” y “amabilidad” con la que la trataban era solo una pantalla para no generar, en principio, ningún escándalo por “lo delicado de la situación”, como le dicen.
Pero el asunto se torna más denso y hasta violento cuando varios de los personajes empiezan a desenmascararse y a maltratarla: la echan de la casa en la que ambos convivían, se quedan con el perro que tenían, con el auto y ni siquiera le permiten despedirse de Orlando, ni en el velorio ni en el entierro. Y Marina (una excepcional Daniela Vega, una actriz trans que hace unos años vimos en LA VISITA), que durante buena parte del filme trata de cuidar las formas para evitar este tipo de maltrato, pierde el miedo y se lanza a defender lo que le corresponde. Algunas cosas concretas, sí, pero principalmente su dignidad y su derecho a despedirse de su ser amado.
UNA MUJER FANTASTICA no llega a ser un policial si bien hay elementos de la trama que podrían llevar la situación para ese lado. Parte de la investigación de la muerte la pone como sospechosa (Orlando, antes de morir, se cae por una escalera y tiene lastimaduras varias en el cuerpo y la cara), pero nadie quiere escándalos por lo que el asunto no termina de explotar por ese lado. Por momentos coquetea con una zona musical más, si se quiere, “almodovariana”, pero tampoco va del todo hacia allí. El eje más punzante que tiene el filme es el tema de las falsas formas de la “corrección política”, de los comportamientos de una clase social alta que sabe que hoy no puede o no debe decir o hacer ciertas cosas –a partir de ciertos cambios culturales–, pero que cuando las máscaras se caen dejan ver su lado más, si se quiere, conservador y tradicional. En algunos casos hasta sacando afuera una violencia reprimida.
Lelio tiene especial cuidado en no transformar a su película en un relato truculento acerca de la violencia de género en el sentido más tradicional del término. Sí, UNA MUJER FANTASTICA es un filme sobre la violencia de género, pero con otros modos y con otro punto de vista. El realizador de GLORIA puede pecar a veces de demasiado cauto a la hora de hacer crecer la tensión y la película hasta puede perder alguna fuerza dramática en la ultima parte tal vez por no atreverse a soltar más las amarras de sus contenidos personajes, pero en medio de un cine (especialmente, de un cine latinoamericano) que ha abusado del shock al espectador y de la violencia gráfica, ese “pudor” se agradece. Esa misma violencia, además, se cuela por lugares más sutiles y sinuosos, como una escena en la que Marina debe desnudarse ante la policía.
Seguramente un sector más militante de la comunidad LGBT sentirá que la película no va lo lejos que debería ir a la hora de producir choques culturales mas fuertes entre los protagonistas, de enfrentarlos a su propia hipocresía de una manera más directa, pero la elección de Lelio es otra. Lo que Marina quiere, finalmente, es ser aceptada como una mujer, como viuda, y no necesariamente convertirse en bandera de una causa por más justa que sea. Y hacia allí va la película y Marina, hacia la búsqueda de una aceptación que en los papeles parece estar muy cercana pero a la que todavía –invirtiendo los términos de un viejo slogan publicitario– le falta un largo camino por recorrer…