La mujer que al amor sí se asoma
El filme chileno escapa a clisés y saltea tabúes con un personaje transgénero valiente y sumamente real.
Hay algo que une a Gloria con Una mujer fantástica. No es sólo que las creó y dirigió el chileno Sebastián Lelio. Es que Gloria y Marina son mujeres independientes, que no quieren vivir como les dicen, ni soportan hacerlo de acuerdo al gusto de los otros Gloria (Paulina García) era una divorciada que bordeaba los 60 y se negaba a que la jubilaran en la vida, Marina es una joven transgénero, que acaba de mudarse al departamento de su pareja, un hombre mayor que ella, cuando éste, sorpresivamente, sufre un ataque y fallece.
A partir de ese momento, con el cadáver aún tibio, Marina va a ser maltratada, de palabra y en los actos, por las autoridades y la familia de Orlando, a excepción de su hermano (Luis Gnecco, Neruda en el filme homónimo).
Lo que diferencia a Marina no es su género sino su valentía. Ese es el gran punto en el filme de Lelio. El director contó que lo que lo motivó no fue sólo la línea argumental de la pérdida de un ser querido, sino que el o la protagonista fuese reprobada por la familia del fallecido, y que fuera transgénero.
Pero Lelio ordena un juego casi como de opuestos: la ausencia de Orlando marca a Marina, tanto como su aparición lo hace con su familia. El no estar y el estar, y allí el realizador recalca, subraya más que el dolor un sentido de pertenencia. No es sólo de identidad.
Daniela Vega logra una composición acabada. Más que con sus palabras, pareciera que junto al director hubieran elegido la gestualidad, la expresión de su cuerpo para transmitir emociones, no siempre primarias.
El director pocas veces se suelta, esto es: no le da rienda al personaje, como para que no se desboque. La muestra con sutileza y veracidad. Y así maneja mejor la dramaticidad de las escenas.
Lelio no trata a Marina como tal vez lo hubiera hecho Almodóvar. No es rápida de reflejos, no retruca de inmediato. Hasta la iluminación del filme es diferente. El personaje se da cuenta de que, pese a su dolor, saca lo peor de la familia de su pareja, y queda como si la pérdida no tuviera solución, ni para unos ni para ella.
Una mujer fantástica también habla de la madurez de un cine chileno, sí, mayoritariamente for export, pero que gracias a su paso por festivales internacionales hoy aspira a ganar el Oscar al mejor filme hablado en idioma extranjero. Sería un fuerte reconocimiento no solamente por el tema que aborda, sino a una cinematografía que intenta abrirse paso con su propio andar.