Retrato de casados
Carla Peterson y Sebastián Wainraich protagonizan una comedia que se detiene con humor en el desgaste de la relación después de 12 años de matrimonio.
"Brindemos para que tengamos un tema de conversación”, le dice Leonel a Paola, su esposa desde hace 12 años. Es uno de los tantos remates de diálogo en la película de Hernán Guerschuny, Una noche de amor. Carla Peterson y Sebastián Wainraich se meten en los roles de los esposos que necesitan aire para la relación, un secreto a voces que se desata la noche que por fin pueden salir sin sus dos niños.
La película no apuesta a la sorpresa pero tiene el acierto de que el cliché encuentra tono, desarrollo e interpretaciones interesantes. No es fácil hablar de la rutina y el paso del tiempo sin que la obviedad ahogue el guion, de manera que la cooperación del director con Wainraich funciona muy bien en el peloteo dosificado de frases ocurrentes.
El recurso es parte de la caracterización de Leo, escritor de guiones, un tipo tierno y aburrido, hasta donde el retrato lo condena.
Ella se pone las pilas y está al límite del acoso verbal contra su marido. Cada uno sobrevive como puede y se refugia en lo que queda del matrimonio.
La película desdramatiza el tema, lo atraviesa sin dogmatismo y genera simpatía por los protagonistas. Una noche de amor reposa en la expresividad de Carla Peterson, una comediante eficaz, a cara lavada, y en la postura infranqueable de Wainraich para hacer de Leo un tipo complejo y tierno a la vez. Los espacios, pocos y funcionales, revelan economía en el recorrido de la pareja (el departamento, el auto, el restaurante y la calle).
La escena en la que interactúan con la pareja cool que componen Tincho (Rafael Spregelburd) y Mariana (María Carámbula) es un paso de comedia con la tensión al rojo vivo. Lo mejor de la película es el humor con que los personajes entran y salen de las situaciones. Por otra parte, Una noche de amor ofrece un pantallazo al matrimonio entre treintañeros. El apunte sociológico plantea las marcas de época que jaquean las relaciones concebidas con mucho amor y sometidas a los esfuerzos cotidianos. Paola y Leo reman y saben que tienen que superar la prueba del abandono. Igual que en la gráfica de la película, la carrera, a la manera de los juegos de mesa, es larga cuando los dados no colaboran para avanzar.
La fotografía, la música de Sinatra y el aire a Woody Allen hacen del filme una reflexión sencilla, con gags generacionales y la posibilidad que da la dupla de comediantes al abordar el tema de la rutina matrimonial.