El rematrimonio
En un libro reiteradamente citado, el estudioso estadounidense Stanley Cavell postuló, a comienzos de los años 80, que muchas de las comedias estadounidenses clásicas eran lo que llamó “comedias de rematrimonio”. En ellas (Sucedió aquella noche, La adorable revoltosa o La costilla de Adán, entre otras), la pareja protagónica veía naufragar su matrimonio a manos de la rutina, el cansancio, el desgaste, y se veía obligado a reinventarlo desde los cimientos para salvarlo. Una noche de amor, segunda película del editor y periodista cinematográfico Hernán Guerschuny después de El crítico (es uno de los responsables de la conocida revista Haciendo Cine) encaja perfectamente en el modelo de comedia de rematrimonio. El cómico stand-up y conductor radial y televisivo Sebastián Wainraich ocupa el lugar de, pongámosle, Cary Grant o Spencer Tracy (aunque su tipo lo acerca más a Woody Allen o, faltaba más, al Alan Sabbagh de El rey del Once) y la experimentada Carla Peterson la piel de Carole Lombard o Jean Arthur, para nombrar un par de rubias top.¿Cuál es el mayor problema de Una noche de amor? La falta de necesariedad de lo que sucede. La falta de tracción, al mismo tiempo: da la sensación de que la película tiende a hacer la plancha, no bracea. Leonel (Wainraich) y Paola (Peterson) se aprestan a salir con su pareja de amigos, como suelen hacerlo todos los fines de semana, cuando se enteran de que aquéllos acaban de separarse. Dejan a sus hijos en casa de la mamá de Leonel, una idische mame de esas que viven en estado de alarma (Soledad Silveyra) y reservan en un restorán al que nunca fueron. “Porque tengamos tema de conversación”, brinda él, medio en broma y bastante en serio. Cualquiera sabe que con doce años de matrimonio encima no se hace fácil encontrar temas para charlar. El carácter pusilánime de él aflorará cuando un “trapito” le quiera meter la mano en el bolsillo y Paola le irá perdiendo la paciencia a lo largo de la noche. ¿Es el fin?Los problemas son varios, en verdad. Parecería que Leonel es guionista sólo para justificar cierto sentido del humor vitriólico. Paola es psicóloga tanto como podría ser dentista o decoradora. No hay un crescendo de decepción por parte de ella, y ni hablar de lo contrario (algo que justifique el happy end). Los personajes que rodean a los protagonistas –sus hijos, la pareja integrada por Rafael Spregelburd y María Carámbula– están “puestos” en la trama, sin demasiada justificación. Wainraich, que es coguionista de la película, parece confundir el estilo de humor que se conoce como deadpan (ése en el que el comediante mantiene su cara de piedra, aún en las situaciones más cómicas o catastróficas) con el simple desgano.