¿La década ganada?
Con levedad positiva, consigue divertir e interpelar al mismo tiempo que cuenta una historia.
Escenas no deseadas, pero inevitables de la vida conyugal a los 40. Y con hijos. En tono de comedia es un drama común el que condensa y retrata Una noche de amor, la nueva película de Hernán Guerschuny (El crítico). Y todo ocurre en la previa, el durante y el pos de una salida en pareja, la de Leonel (Sebastián Wainraich) y Paola (Carla Peterson), que llevan más de diez años de casados.
El es guionista (Wainraich también es el autor del guión de la película), ella psicóloga, y a pesar de la rutina, se nota que todavía le ponen garra, que la pareja funciona. Pero hay un desencadenante. Los amigos que van a salir con ellos en esta noche especial acaban de separarse sin aviso. Y arrecia el efecto contagio en este raid nocturno con la sombras del paso del tiempo, la rutina y el desgaste. Es una noche, ciertamente, pero como ya dijimos también es el corsé de un sinnúmero de síntomas y arenas movedizas que arrastran las parejas con más de una década de convivencia en una sociedad que naturalizó la separación casi sin dramas. En esa condensación de temas radican los pros y contras de la película, porque permiten desgajar situaciones arquetípicas, quejas, cruces y tensiones tragicómicas, un universo compartido que por ello se vuelve interpelador. Pero esa misma cantidad de subtemas (los hijos, la suegra, un viejo amor, la falta de deseo, el efecto contagio de otra separación, el espejo de otras parejas) arman una lista demasiado larga para una noche.
Son protagónicos creíbles y queribles los de ambos pese a algunas situaciones conscientemente estereotipadas. Además, cuentan con el apoyo de la única pareja que encuentran en esa noche agitada (encarnada por Rafael Spregelburd y María Carámbula), con Soledad Silveyra haciendo de suegra y con el trasfondo de la comunicación, de los celulares, minando o aportando a un vínculo que empezó en otra década, otra era tecnológica. Todos elementos que hacen a una trama y a un síntoma generacional bien encuadrado, para reír y pensar la pareja. Y ese decir ciertas cosas queriendo decir otras.