Nosotros que nos queremos tanto.
En el juego de la vida, uno inicia su camino consiguiendo un trabajo, luego se casa, tiene hijos, compra un auto, una casa, paga algunas deudas, sale de vacaciones y llega al final de la meta. Nunca se sabe de ese muñequito rosa o celeste, dependiendo cual sea su género, cómo llego a ese estado de adultez. Algo así pasa con los protagonistas de Una Noche de Amor. Leonel (Sebastián Wainrach) y Paola (Carla Peterson) son un matrimonio que lleva 12 años en su haber (o en el debe, considerando en qué parte de la película nos encontremos). Tienen dos hijos, ambos son exitosos en su trabajo -guionista y psicóloga, respectivamente-; todo lo que pareciera indicar una vida feliz… o no.
Una noche en la que saldrán con una pareja amiga, ésta le cancela, y se encuentran ante la disyuntiva de seguir adelante con el plan y tener una cena solos, luego de tanto tiempo, o seguir en el lugar seguro de un cómodo sillón en casa, sin riesgo alguno. Se deciden por la primera opción y la noche les traerá un tablero de emociones, situaciones y sensaciones con las que tendrán que enfrentarse y decidir qué rumbo seguir.
Dirigida por Hernán Guerschuny (director de El Crítico, quien se da el lujo de hacer un fugaz cameo a lo Alfred Hitchcock y colabora también en el guión, escrito por Wainraich), esta comedia romántica es una brisa de aire fresco dentro de un cine argentino que necesita cada tanto historias cercanas, de esas que nos pasan a todos, que nos habla de trivialidades tales cómo a quién dejar a los chicos si salimos (en este caso a la abuela, interpretada por Soledad Silveyra), de ese tipo de amor que sabemos que está pero cada tanto tenemos que recordarlo; esas cosas que odiamos del otro, que quizás en el fondo sea lo primero que amamos cuando lo conocimos.
Se aprecia el talento del guionista y su extenso curriculum de stand up; muchos chistes podrían perfectamente pertenecer a un número de teatro por la noche. Tal vez en su debut protagónico en la pantalla grande sintamos ese pasado del teatro o esa genialidad de los dotes radiales, pero acompaña, y bien, a su partener Carla Peterson, quien realmente es una de las actrices del momento: versátil, genuina, y sobre todo, creíble, algo difícil de lograr en las interpretaciones del cine local.
Acompañan en elenco, Rafael Spregelburd, un actorazo que se roba toda la escena del bar que comparten también con María Carámbula, y son estos dos personajes los que quizás funcionen como catalizadores para dar pie a todas las dudas e incógnitas que harán a la pareja protagonista reeplantearse toda su relación. Un sutil lujo que se da el director, es la aparición de Isol Misenta (esposa en la vida de Spregelburd), talentosa dibujante y brillante cantante, en segundo plano en la citada escena del bar. Completa elenco una buena actuación de la joven Justina Bustos.
Una buena opción en cartelera, donde el punto más flojo quizás sea esa fotografía del cine argentino, que a veces se vuelve media acartonada y un poco plana, pero nada opaca una buena historia, reforzada con virtuosas interpretaciones y un sólido guión. Sólo queda la invitación a reconocerse en este juego de la vida, en el que todos somos jugadores protagonistas.