Algo para tener en cuenta a la hora de establecerse en el lugar del análisis de ésta tercera entrega, sabiendo que queda abierta la posibilidad de una continuación, es que gracias, a uno vaya a saber qué, esta retoma el espíritu de la primera.
Pone de manifiesto que esta fantasía se instala en la mente de los niños, en relación a que sucede con lo inanimado de las exposiciones, cuando nadie es testigo.
Las piezas de museo, sobre todo los de ciencias naturales, tienen el don del movimiento en los juegos imaginativos de los niños, ¿pero cuando? Cuando la ciudad duerme.
En contraste de otras, en este caso, trilogías con éxito o no, más allá del género al que adscriban “Noche en el museo 3: Secretos de lña mtumba” es un claro retorno al cine de aventuras de tono familiar.
Chris Columbus, hombre importante en el cine hollywoodense de entretenimiento, es factor importante para el sostenimiento de la fabula, respaldando al director responsable último de todas.
Si bien en este caso hay un intento de precuela, la narración comienza con un flashbacks con claras intenciones de prologo: Una excavación en Egipto en 1938, donde la expedición encuentra la famosa tabla. Termina por resultando ser un artilugio narrativo que no modificaría el resultado final, pero sin el cual no seriamos testigos de la última actuación en cine de Mickey Rooney, al que el filme rinde homenaje póstumo junto a Robin Williams, ambos fallecidos después del rodaje.
La realización de Shawn Levy compone un dinámico ejemplo del cine de aventuras, el oficio no se discute, ese es al mismo tiempo un valor agregado y un punto en contra.
Es muy poco lo novedoso, desde la estructura lo narrado el guión terminan por exponer al producto como demasiado previsible, si bien, y esto también se agradece, sin utilizar de manera garrafal el CGI, de esta manera los efectos sensoriales, auditivos y de imagen terminar por formar parte del relato de manera original, lo que hace que sea una producción dirigida a los niños en edad escolar, pero con guiños para la platea adulta. Es más, los espectadores atentos hasta podrán visualizar el mejor guiño destinado a Godzilla, o el gracioso cameo de Hugh Jackman.
De qué va la historia, la tabla del faraón Ahkmenrah (Rami Mlaek), esa que produce la magia de dar vida a las estatuas en los museos y que los animales cobren vida, sin motivo aparente está perdiendo su magia. La solución la tiene el padre del faraón, ya que fue él quien mando fabricarla, y conoce el secreto, pero la familia esta separada, los padres de Ahkmenra, están en Londres, en un museo.
En una tentativa desesperada para conservar el poder del inestimable objeto, Larry Daley (Ben Stiller) viajará, junto a sus amigos Theodore Roosevelt (Robin Williams, en su última película), el faraón Ahkmenrah, Atila, Jebediah Smith, Augustus Octavius y Sacagawea desde Nueva York hasta la ciudad capital del Reino Unido.
Las sorpresas están más en el orden de los nuevos personajes que en lo contado, Sir Lancelo (Dan Stevens), o un nuevo Neandertal (Laaa), personificado por el mismo Ben Stiller.
Al mismo tiempo, y esto puede ser lo más débil de la producción, es que estructura una historia paralela, basada en la relación entre padres e hijos, casi como síntoma del futuro o pasado del nido vacío, según cual sea la que en mayor medida impacte en cada espectador, de todas las historias que intentan construir esa subtrama, el resultado es un mal armado, previsible, y casi resuelto a las corridas.
Una comedia para pasar un rato agradable, no pretende otra cosa.