La commedia è finita
Con elementos buscados (la tabla que le da vida a los personajes de los museos comienza a oxidarse) y otros casuales y trágicos (el suicidio de Robin Williams, la muerte de Mickey Rooney), Una noche en el museo 3: el secreto de la tumba termina encontrando, tal vez de forma involuntaria, una especie de tesis final que le aporta coherencia a la trilogía (es mezcla de Jumanji con Toy story). Porque al igual que Toy story 3 -aunque con sus enormes diferencias de calidad-, esta saga dirigida por Shawn Levy y protagonizada por Ben Stiller termina hablando del crecimiento, de padres e hijos y lazos que deben solidificarse y liberarse, y de la inevitable muerte. Con bastante oscuridad y no poca emoción, los últimos minutos de esta película se sienten como una despedida, y los elementos mencionados en juego potencian ese sentimiento. Eso sí, continuar esta saga sería bastante torpe ya que el final, con sus desniveles, cierra bastante dignamente.
Es una película curiosa Una noche en el museo 3, porque teniendo a Stiller, Owen Wilson, Steve Coogan, Robin Williams, Rebel Wilson -y siguen las firmas- funciona mucho más el costado emotivo que la comedia. Y eso que lo intentan, porque el argumento que motoriza la historia -un viaje al Museo Británico para hallar la forma de recuperar aquella tabla mágica- es una excusa vulgar y la fuerza está puesta en los gags y las situaciones que los desencadenan. Si la primera parte fue la de la novedad y la que tenía una interesante mirada sobre el sentido de los museos y el aprendizaje, la segunda explotaba las posibilidades de la aventura y la comedia con notable filo. Pero aquí las secuencias de humor (como la descontrolada que abre el film) no lucen demasiado efectivas y durante casi una hora lo que sostiene el desarrollo es la presencia de Stiller (por dos si sumamos al cavernícola que también interpreta), alguien que decididamente sabe cómo construir una comedia, en su vertiente familiar como en este caso.
Stiller es un autor, además, y eso lo ha demostrado como director de grandes films como Tropic thunder o La increíble vida de Walter Mitty. Por eso, que el inane Levy queda subyugado por su presencia y su torpeza habitual para la comedia se anula bastante aquí, aunque se extraña un director con otra visión que pueda potenciar al actor. Lo que ha sido siempre Una noche en el museo, además de lo que se ve en primer plano, es un acercamiento a la comedia norteamericana, una especie de repaso donde viejas y jóvenes luminarias se dan la mano para, de algún modo, obrar -cuando ya no esté ninguno sobre esta tierra- como una especie de museo del humor. Por eso, insistimos, la presencia de Stiller es fundamental en ese sentido para servir como puente generacional. Y es curioso lo que ocurre aquí, cuando Dick Van Dyke y Mickey Rooney aparecen habitando un geriátrico y Robin Williams… bueno, todos sabemos lo que ocurrió con él. La commedia è finita.
Esta melancolía, homeopática en un comienzo dentro del relato, luego cobra mayor trascendencia sobre la última media hora cuando Una noche en el museo 3 ponga las cartas sobre la mesa y descubra su jugada. Que no es otra cosa que revelar la finitud de todo, incluso de la aventura como clausura de la inocencia. Si bien la película se guarda un segundo final, mucho más alegre y convencido de las posibilidades que ofrece el recuerdo como antídoto, lo que pasa en esos minutos finales es de una inusitada tristeza. Epifanía del final, Una noche en el museo 3 cierra bien como propuesta, haciendo olvidar un poco su regular transitar hasta ese desenlace. Con sus limitaciones (se nota mucho la ausencia de los guionistas de las dos primeras películas), exhibe personajes que se desarrollan, que crecen ante nosotros y nos demuestran con su presencia el inestimable paso del tiempo. No es poco.