Impensado homenaje a Robin Williams
Atravesada por la muerte del actor, la tercera parte de la saga que encabeza Ben Stiller, junto a otros comediantes, se sitúa en el British Museum, conservando el nivel de aventura y humor de las dos entregas anteriores.
Una buena idea que funciona en taquilla se transforma con mucha facilidad en una saga en el cine industrial actual. Así fue que Una noche en el museo (2006) repitió elenco y personajes en Una noche en el museo 2 y ahora en Una noche en el museo 3. Siempre con alguna sorpresa y agregados, además de cambiar de museo. El elegido para esta tercera parte es nada menos que el British Museum, y la excusa es encontrar la manera de que la piedra mágica que otorga la vida a las piezas del museo no pierda su poder de forma irrevocable. Pero más allá de esta nueva aventura, hay algo que atraviesa el relato y es su condición de cierre. Sin proponérselo, la muerte de uno de sus protagonistas, Robin Williams, en la vida real, hace que algo fuera de la película se meta en ella. Pero no es algo que el film busque desde el guión, donde el tono festivo y feliz siempre se abre paso. Como en las dos ocasiones anteriores, el humor tiene grandes momentos, algo que no debería sorprendernos, No olvidemos que la película tiene a Ben Stiller, Owen Wilson, Steve Coogan, Robin Williams y hasta a Ricky Gervais, más la presencia de otros comediantes que no es bueno anticipar aquí.
La aventura también funciona y el relato es veloz y muy entretenido, sin pausa y sin respiro. Su condición de película que aviva el respeto y el cariño por los museos llega acá a su punto más alto. Así como los museos abren el apetito por saber más, estas películas también lo logran a su modo. Ahora bien, la aventura, el humor, la emoción, el conocimiento, todo eso suma y a la vez complica en la mezcla la posible perfección del relato. ¿Una noche en el museo 3 debe lanzarse a una melancolía absoluta y a una negrura completa como parte de la historia lo requiere o debe sostener su tono liviano y juguetón? En esa tensión encuentra algunos de sus problemas, pero a fuerza de simpatía y de la ya mencionada emoción no buscada, la historia vuelve a hacer querible una vez más. Las sorpresas y las vueltas de tuerca deberá descubrirlas el espectador y por supuesto hay varias. Si bien la película no buscó desde su realización homenajear a Robin Williams, la sensación de que en el montaje se enfatizó la despedida tal vez no sea del todo descabellada. Si el film está dedicado a él (y a Mickey Rooney) estoy seguro de que cada espectador sentirá esa despedida mientras mira la película.
Como su personaje en la Una noche en el museo, gracias a la magia del cine Robin Williams vivirá una y otra vez con sus películas.