No sólo la rutina mata al matrimonio
La vida matrimonial puede ser algo rutinario. La mayoría de los expertos en relaciones humanas recomiendan cambiar hábitos, hacer algo distinto, revitalizar la pareja. Influenciada por una mujer infeliz que se acaba de divorciar, Claire (Tina Fey) se impone provocar a su amante y dedicado esposo Phil (Steve Carell) a hacer algo más que cenar en familia y revisar la tarea de los chicos.
Y allá van los Foster. Directo a un exclusivo restorán ubicado en Manhattan donde intentan conseguir una mesa sin haber hecho reserva alguna. Y no la consiguen. Pero Phil se ilumina y hace gala de una picardía muy cercana a nuestra argentinidad. Cuando una mesera llama a otro matrimonio reiteradas veces sin encontrar respuesta, Phil se hace pasar por ellos para ocupar su mesa. Esa decisión realmente va a hacer de esa noche algo especial.
Porque un par de matones aparecen a mitad de la cena confundiéndolos con la otra pareja, y a partir de ahí los Foster van a hacer cosas que jamás imaginaron.
Una de las premisas de la comicidad es colocar una cosa en el lugar incorrecto, y que se note. Un matrimonio de cuarentones con dos hijos, que viven en los suburbios de Nueva York, ella agente inmobiliaria, él abogado, de pronto se convierten en espías víctimas de una organización corrupta, con persecuciones, tiros y todo.
La dupla Carell-Fey es pura química, se complementan muy bien y se cargan el filme al hombro. Contribuyen las breves participaciones de Mark Walhberg, James Franco y Mila Kunis para que la pareja protagónica destile su humor forjado en la mejor tradición de la comedia yanki, estilo Saturday Night Live.
Sin embargo quien no acompaña tan bien es el director Shawn Levy, sobrevalorado por la saga "Una Noche en el Museo", quien lleva adelante el filme apoyado en la dupla actoral sin aportar demasiado, casi como si de un telefilme se tratara.
Algo falla en el timing que Levy impone al relato, especialmente en la manera en que elige mostrar los gags, distante, ajeno, tedioso. Lo que nos remite al innecesario remake de "The Pink Panther", que Levy hizo en 2006, para caer en la cuenta de que la evolución no es lo suyo.