Dentro de la línea
Cuando somos chicos habitualmente nos dan esos libros donde hay que pintar determinados espacios con crayones o lápices de colores tratando de no pasarnos de la línea, procurando mantenernos dentro de los márgenes. Esto nos hace sentir contenidos dentro de determinadas reglas que construyen una forma de entender el mundo que, por supuesto, luego se aplicarán a la vida adulta de manera un tanto más compleja. Bueno, todo este preámbulo un tanto simplista es para hablar un poco de Una noche fuera de serie de Shawn Levy, una comedia entretenida pero a la que le falta espacio para la subversión, que cuenta con dos de los comediantes más talentosos del planeta como pareja central pero que aparecen contenidos por el guión y la puesta en escena. Casi como si Levy les hubiera marcado que se mantengan dentro de la línea, ajustados a un guión que, por momentos, resulta perjudicial para el ritmo del film. Pero si, es pasable, entretenida, tiene algunos gags bien logrados, pero podría haber sido mejor. Es una película que con su temática adulta sobre parejas en crisis termina por perjudicar el tono más exaltado y cómico que se adivina en Tina Fey y Steve Carrell, y por eso aparece por momentos fragmentaria.
Cómo es de imaginarse, esta comedia tiene un tema al cual le da mucha, quizá demasiada,
importancia. El tema es el estancamiento de una pareja que aparece rotulada como ordinaria ante la repetición de la rutina laboral y familiar. Surge la posibilidad de hacer algo diferente una noche, ocupan el espacio de otra pareja en un restaurant y allí comienzan los enredos que hacen de esta película una screwball comedy. Tras esto comienza la faceta más original, que es una subtrama donde la pareja deberá enfrentarse a la mafia, policías corruptos y a una amenaza de muerte debido a una memoria con cierta información que compromete al fiscal del distrito (David Fichtner) y que les hará pasar una noche realmente “diferente”. Y la culpa es, lógicamente, el hecho de haber tomado el lugar de otra identidad. En el medio del desarrollo surgen achaques, discusiones y cuestiones que intentan buscar una explicación del estancamiento de la pareja, en el medio de la acción y los tiros, para llegar a una resolución previsible pero también entendible si conocen el cine de Levy y el planteo del cual parte este film.
Esencialmente la película es eso, pero saliéndonos un poco del desarrollo lineal, hay ocasionalmente destellos dónde podemos ver la espontaneidad de un sketch de, por ejemplo, “Saturday Night Live”. En esos momentos podemos ver el talento de Fey y Carrell en toda su integridad, con espacios para la improvisación y los tiempos que, desafortunadamente, luego el director se encarga de romper con secuencias realmente disruptivas que atentan contra el propio ritmo de la película. Hay un ejemplo que es bastante representativo: la pareja se está escapando de una situación límite en un auto deportivo a toda velocidad y de repente comienzan a discutir por una cuestión marital. Esto, que de haber sido otro el director podría haber sido aprovechado como recurso para evitar que decaiga el ritmo narrativo, se transforma en una insólita e injustificada distensión del relato que aburre. Aburre por lo que dice, que no es más que una suma de frases hechas, y aburre por el tiempo que dura en el medio de semejante secuencia de acción. Por eso lo fragmentaria que pueda aparecer la película: algunas secuencias no fluyen junto al resto porque aparecen como sketchs aislados que, más allá de su indudable calidad, parecen de otra película. Algo así como el “gol de otro partido”.
Por otro lado, el montaje y los puntos de vista durante los momentos de acción aparecen torpes y demuestran el problema del director para desenvolverse dentro de este registro. Sin embargo, y a pesar de las falencias, la película siempre cuenta con dos ases de espada de la comedia y alguna que otra referencia al cine policial con figuras del cine de acción actual como Mark Wahlberg o el mencionado Fichtner, que resultan en un acierto por la caricaturización con la que sobrellevan sus papeles. Y esto es, en definitiva, porque la película logra manejarse con solvencia dentro de esta premisa: logra, en efecto, parodiar con inteligencia varios de los lugares comunes del cine de acción. Pero se queda a medio camino y eso es lo que a uno quizá le moleste más. Con un director como Adam McKay o Edgar Wright quizá el material hubiera sido aprovechado de otra manera. Levy necesita incluir dentro de sus películas algún mensaje moral que, a diferencia de Judd Apatow (que también lo hace, aunque con mayor soltura), termina por estancar cualquier intento de subversión del guión pautado. Es casi como si a la pareja protagónica les hubieran dicho que se mantengan dentro de la línea. Por suerte, siempre hay espacio para atravesarla cuando se tienen herramientas incontrolables.