Fiebre de sábado por la noche
Si una enciclopedia cinematográfica incluyera la definición de “comedia liviana y/o pasatista”, Una noche fuera de serie (Date Night, 2010) sería su primera acepción. El ingreso de la comediante televisiva Tina Fey, rebajada al humor ATP, al mainstream pochoclero es leve y correcto, aunque sólo por momentos efectiva.
El matrimonio de Phil y Claire está a punto de sucumbir ante la rutina. El par de hijos pequeños, los trabajos absorbedores y la casa para mantener parecen confabular para que la pasión encuadre en el tiempo pasado. Con la certidumbre de un próximo quiebre emocional y afectivo, ambos deciden sazonar la pareja con una noche fuera de lo común cenando en la glamorosa Manhattan. Pero nada saldrá como planean: confundidos con un par de ladrones informáticos, ahora deberán luchar por sus vidas.
Quienes frecuenten las series de TV sabrán que Tina Fey es quizá una de las comediantes de más populares, ácidas y corrosivas de la actualidad. Guionista durante diez años del ciclo televisivo Saturday Night Live (insondable cuna de humoristas que van desde James Belushi y Chevy Chase hasta Will Ferrell y Adam Sandler), emigró en 2005 para concebir su programa propio, 30 Rock. Fue su pasmoso parecido con la candidata republicana a la vicepresidencia norteamericana y ex alcaldesa de Alaska Sarah Palin el motor de su regreso al clásico sabatino, y de allí al estrellato.
Pero es justamente ese espíritu crítico y satírico que exhibe en la pantalla chica el que patea en contra aquí, su primer protagónico cinematográfico después de algunos roles secundarios (fue una de las profesoras en Chicas Pesadas (Mean Girls, 2004)). Da la sensación que el film de Shawn Levy (Una noche en el museo, Recién Casados) es apenas una versión light de todo su potencial, una simple muestra gratis de hasta dónde puede dar (véanla imaginar los diálogos de los comensales contiguos y sabrán de qué hablo). Es por eso que el film deja gusto a poco, a que pudo haber sido mucho más y mejor. Sin ser una mala película, Una noche fuera de serie permite un parangón con el fútbol vernáculo: Como Boca o River, arma un plantel mundialista para pelear el torneo local.
Pero si el humor de Tina Fey viene en envase chico y descartable, Mark Wahlberg enseña una faceta feliz y hasta el momento desconocida, que es la parodia y la autoconciencia a la hora de reírse de sí mismo. El agente secreto de Una noche fuera de serie le cae como anillo al dedo luego del papelón que fue el rol dramático en Desde mi cielo (The Lovely Bones, 2009). Aquí no llora ni sufre sino que hace lo que mejor sabe: mostrar. Canchero y bonachón, Holbrooke es un torneado torso andante que repele a las camisas y remeras.
El metraje se apoya en los enredos de la trama y las morisquetas de las criaturas que la componen. La cuestión es que no lo hace en medidas del todo justas. Con mucho del primero y demasiado poco del segundo (¿recuerdan al periodista de Steve Carell poseído por Dios en Todopoderoso (Bruce Almighty, 2003)?), el film se torna por momentos en un film lavado y con aspiraciones ATP, lo que da por resultado un humor demasiado naif y no siempre efectivo.
Entretenimiento casi tan fugaz como su escaso metraje, Una noche fuera de serie es liviana como cerveza suave en una tórrida noche veraniega.