Liam Neeson nos quiere seguir demostrando que, con sus más de sesenta años, todavía le da el cuero para patear traseros en pantalla. Esta vez, intenta darle un giro a su típico héroe de acción, ese que adoptó desde el año 2008 con la primera entrega de “Búsqueda Implacable” (Taken).
El ex Caballero Jedi vuelve a hacer buenas migas con el realizador español Jaume Collet-Serra, que ya lo dirigió en dos oportunidades: “Desconocido” (Unknown, 2011) y “Non-Stop: Sin Escalas” (Non-Stop, 2014), afianzando ese personaje repetitivo que debe salvar el día, pero que en “Una Noche para Sobrevivir” (Run All Night, 2015) nos muestra el lado más decadente, humano y antiheroico del irlandés de la mano de una historia sobre padres e hijos, plagada de lealtades, violencia y venganza.
Jimmy Conlon (Neeson), ex matón y borracho de tiempo completo, vive sus días atormentado por los fantasmas del pasado e incapaz de recomponer la relación con su único hijo, Mike (Joel Kinnaman), que decidió apartarlo de su vida para evitar a toda costa seguir sus violentos pasos. El pibe dedica su tiempo a entrenar a jóvenes en situación de riesgo en un gimnasio local, mientras conduce una limosina para mantener a su esposa y sus dos pequeñas hijas.
El destino mete a Mike en el lugar y el momento equivocado cuando le toca conducir a dos contrabandistas albaneses hasta la casa de Danny (Boyd Holbrook) –hijo del mafioso irlandés Shawn Maguire (Ed Harris), ex empleador de su padre y amigo de toda la vida- sin saberlo. Danny anda con ganas de tomar las riendas del negocio familiar introduciendo el tráfico de heroína, algo que enfurece a su viejo y corta de raíz el trato económico que tenía de antemano con los traficantes.
Cuando los albaneses llegan hasta la vivienda para reclamar su dinero el infierno se desata. Tras atestiguar la masacre cometida por joven Maguire, Mike huye de la escena y regresa a su hogar con toda la intención de darle aviso a la policía. Si bien Jimmy (bajo las órdenes de Shawn) logra convencer a su hijo de que no se vaya de boca, el nerviosismo de Danny le juega una mala pasada y decide acabar con los cabos sueltos.
A Jim no le queda otra que ayudar a su hijo. La partida de Danny es inevitable, desatando así la ira del mafioso que hará lo que sea para que los Conlon paguen por la muerte de su propio retoño descarriado. Acá no se trata de lo que es justo, sino de las lealtades acumuladas a través de los años. Ahora, Jimmy tiene sólo una noche para mantener a salvo a su hijo (su vida y su alma) y, con suerte, encontrar cierta redención por el camino.
Jaume Collet-Serra juega al gato y al ratón por los recovecos más oscuros de la ciudad de Nueva York, un personaje más en esta intrincada historia de revanchas que enfrenta a dos padres y amigos. La estética es interesante, la música de Junkie XL aporta un buen clima al thriller y el elenco, en general, es una verdadera joyita que se completa con nombres como Vincent D'Onofrio, Bruce McGill y la sorpresiva aparición de Nick Nolte.
La historia es conocida, y el final un poco predecible. A decir verdad, y salvando las distancias, enseguida nos retrotrae a la segunda película de Sam Mendes, “Camino a la Perdición” (Road to Perdition, 2002) por sus innumerables semejanzas, aunque estén a años luz en materia estética y narrativa. Pero esta trama “esquemática” igual cumple ampliamente con su propósito: entretener a base de un sinfín de escenas de acción ultraviolentas, el drama familiar y los códigos inquebrantables entre amigos.
Las mejores escenas se dan entre los actores más veteranos, demostrando que el género todavía les guarda un lugarcito especial y que no siempre las reglas del juego las dictan las jóvenes estrellitas de turno.